viernes, 11 de agosto de 2017

Quisiera


perder la cabeza. Entre tus piernas. Todas las noches que quedan. Y las que llevamos de retraso. 
Quisiera. Perder. La cabeza. Con la tuya. Entre mis piernas. Todos los gritos que guardo. Y los que llevas de retraso.
Quisiera. Perderme entera. También un pedazo de mí. Varios. Muchos. Todos. Entre tus dientes. Entre tus dedos. Entre tu barba. Entre tu polla. Entre tus testículos. Entre tu culo. Entre tus brazos. Entre tu lengua. Entre tus gemidos soeces. Entre tus ojos. Como una bala. Justo en el centro.
Y que me mires. Como si fuese. Que lo soy. La más sexy del mundo. Y mirarte. Como si lo fueses. Que lo eres. El más sexy del mundo. Y tu centro. Y mi centro. Colisionen. Tres docenas de veces. En la misma noche. Mientras me hago líquida sobre tus sábanas nuevas. Mientras me hago líquida bajo todos los techos que existen. Mientras me hago líquida. Y me dejo ir. Ir. Ir. Ir. Hasta que me pidas que vuelva. Y me abraces. Y me beses ese cachito de piel que hay detrás de la oreja. Y lo lamas. Y me digas. Vuelve. Todas esas noches que llevamos de retraso. Porque no te conocía. Y ésta. Es una buena forma de conocerte. Sin bragas. Sin tiempo. Sin nada que perder. 
Sólo la cabeza. También el reloj. Y el pudor. Del principio. Mientras soy una niña. Una princesa. Unos ojos tímidos. Ante la primera vez que son todas las primeras veces. Y ya luego. Perder. La corona. Con tus dedos en mi coño. Tan dentro. Tan profundo. Que saltemos en mil pedazos monárquicos. Y me hagas. República. De orgasmos. Anárquicos. En tierra de nadie. Que será un poco tuya. Cada vez que beses.  Y yo. Me pierda. Mientras me hago líquida. Y tú. Sólo tengas. Sed. de Mí.
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martes, 1 de agosto de 2017

Observo


mi pierna desnuda. Morena. Suave. 
Miro ese pequeño pie. En punta. Con su talón. Ascendiendo al tobillo fino. Llegando un gemelo bonito. Su rodilla. Y este muslo. Generoso. Al que acaricio. Ahí. Donde hay todas esas estrías. Testigos de que alguna vez pesé más.  Y otras veces pesé menos. 
Abro mis manos. Las cierro. Tiro de la tela que me sobra. 
Poco a poco el pantalón corto. Con él la braga. También la camiseta de tirantes. Ya no queda nada más que piel. Y un espejo. Y unas manos. Y unos ojos. 
Que me miran. Despacio. Con espacio. Subo. Ingles. Pubis. Ombligo. Ya no es como era antes. Abulta un poco más. Me tuerzo un poco. Parezco una guitarra. Quizá pueda encordarme algún día. Mientras procuro no acordarme. Demasiado. Del cuerpo de hace un par de años. Vuelvo al de ahora. Costillas arriba. Están mis pechos. Ya no tan firmes. Los recojo con mis manos. Suaves. Las manos también. Pura inercia. Levanto y estrujo. Mientras. Las arrugas de mis ojos. Siguen su camino. Por éso son. Por éso están. Sonríen. Me guiño un  ojo. Sigo siendo suave. Profundamente suave. Enormemente suave. Imposiblemente suave. Todo cambia dentro de la piel. Y ella. Permanece. Aguanta. El envite. Fina. Cristalina. Mía. 
Paso mi dedo por uno de mis costados. Soy una cerilla. Puedo escuchar el chasquido. Sentir la llama. 
Me observo. De nuevo. 
Tengo un dedo gordo en cada pezón. Pruebo a acariciarlos. De una forma distinta. Siguen siendo mágicos. Parecen pequeñas cerezas de cemento. 
Tengo tres dedos en el clítoris. Pruebo a acariciarlo. De una forma distinta. Sigue siendo mágico. Parece un  manantial de lava.
Tengo diez dedos. En ninguna parte. En todas. Siguen siendo mágicos. De la misma forma. Parecen las manos de nadie siendo todas a la vez. 

Tal vez. Debería observarme más. Y mirarme menos. No dejar de tocarme nunca. El siempre está demasiado lejos. Mi piel sólo sabe pronunciar ahora. Mientras grita. Yo con ella.
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