Fresca.

Todavía tengo el sexo caliente y cachondo de esa paja que me regalaste después del amanecer. Me volviste loca a puro dardo de palabra, a pura movida de ficha de ese juego prohibido. 

Por sorpresa, sin pedirlo ni quererlo. Abriste la ventana del deseo hasta que yo me abrí de piernas. Escupiste en mi culo tu saliva y tres palabras, lamiste en mi coño con tu lengua en la distancia, y a la vez que proclamabas que tu polla venía dura e inflamada, yo no pude más que meter mi mano entre las bragas.

Ya desnuda me hice paja. Paja tuya, paja al aire, paja de nuevo a la ventana, paja hacia tus ojos, hacia tu miembro, hacia tu gorra, hacia tus ganas. Cabalgué sobre tu esperma en un carruaje inventado, con el coño bien sucio, sucia yo, y bien empalada, totalmente empalmada. Más puta que zorra, y tan tu puta como tu zorra, tan animal y tan mujer que me corrí después de una hora masturbándome contigo.

Y ahora, mientras tomo el postre, esta fruta jugosa y tierna tan de temporada, mientras la muerdo y saboreo, mientras la trago y paladeo,  me hago gajo, me vuelvo zumo, y se me hace el coño dulce frutería, y ay por dios, de nuevo que ganas de volver a vibrar, melosa y dulcísima, tan puta y tan zorra, niño, tan fuera de mí, que deberías metérmela para que recobre el sentido.