Hoy me he levantado cachonda y triste. Y no me siento capaz de gestionar ninguna de las dos cosas.
De hecho he saltado de la cama pero he vuelto a ella al rato, a ver si se me pasa. No. Me he visto forzada a tener que levantarme de nuevo, esta media horita extra me ha puesto todavía más cachonda y más triste.
Ahí afuera más que otoño parece una primavera espesa, se adivina calor. Mi cuerpo también lo pronostica. Y mientras mi cabeza divagaba por entre aquello que no entiende y pesa, mi piel despertaba a sensaciones imprevistas e inoportunas.
Ponerle un stop al pensamiento no ha servido de nada, inventarme una vagina muerta, tampoco.
No es grata sensación tener la mente nublada e inquieta, amarga y densa; mientras el cuerpo se empeña en presentarse loazano y vivo, turbado y despierto... estoy excitadamente triste, que no tristemente excitada.
Me pesan las manos y la vida, y esa vida se hace ligera en mi entrepierna. De hierro esa capa del alma, de pluma esa piel de mi coño. Pechos que florecen y se alzan altivos desafiando al día, vulva que palpita querenciosa y cálida; y de nuevo el pensamiento que gira amargo y mortal, pero sin embargo no enfría.
Aquí estamos las tres. Tristeza, ardor y yo. Dándole palabras al día, para no pensar, para no pecar: ni conviene, ni apetece.
Cruzo los dedos, las neuronas y mis piernas, a ver si por lo menos llueve, y me deja limpia llevándose esta jodida mierda.
Había una vez...
ResponderEliminarUn estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Del libro Cuentos para pensar. de Jorge Bucay
Se que el ardor no siempre es furia, pero podría servir y si no sirve, al menos lo he intentado :)
Besos Pommette
por intentarlo...
Eliminaraunque las tormentas interiores son de cada uno. ¿ ves¿ hoy ni tristeza, ni cachondez :)
Por supuesto. Mira, hoy el que está cachondo soy yo :)
EliminarCosas que pasan...
Jajjajajajajajjaa, jajajajajajajjajajaja. jajajajajajaja.
Eliminar¡ one point!!!
Quién sabe... lo mismo aparece alguien que acrecienta lo primero y mitiga lo último.
ResponderEliminaro pasan las horas y todo desaparece...
EliminarLa cachondez y la melancolía suelen ser un cóctel peligroso para nosotras!! Pero si sabemos manejarlo podemos obtener gratos momentos y pasarla más que bien!!
ResponderEliminarMe ha gustado leerte. Cariños
En otoño son importantes los paraguas, aunque a veces la lluvia sea toda una experiencia. Por decir algo. Es que trato de ponerme transcendental y no se me acaba de dar bien.
ResponderEliminarTambién puedes comer chocolate.
Besos.