Guardo en este coño de plástico piedras.
Todas.
Dicen que en el olvido está la clave.
Soy de otra opinión.
Se aprende sin necesidad de tumbas. Con el cadáver a la vista. Desprovistos de amnesia. Cuando el souvenir terrible puede mirarse sin paro cardíaco, sin lágrima, sin vista, sin nada.
Esa piedra se vuelve lección de vida. Para seguir viviendo. Para seguir muriendo. Para seguir, y dejar de ser un poco aquello, para ser algo más ésto, más nuevo, más, y mejor.
Y allí, en la vasija, entre las ingles depiladas hace tres días, no sólo caben pollas, juguetes, dedos, y placer.
Allí donde el clítoris se hace piedra cuando el deseo y la pasión son potentes. Habitan cólicos antiguos que acompañaron tu sexo.
Lecciones bajo las erecciones. Flujo de vida, entre el flujo suave y caliente de un organismo descontrolado. Que fluye. Hacia lugares nuevos. Esperando. Un click. Enacjar. Esa pieza perdida. Demolida. Derruida. Golpeada. Arrastrada. Después de aquella minuciosa arquitectura propia. Filigranas barridas de un plumazo. Que era una hostia. En todo el centro de aquel universo mío. No pude más que vomitar toda una vida. Supurar. Sangrar. Transfusión. Venas abiertas de par en par. Sin cortinas. Que corra el aire. Para verme correr a mí. Con la cabeza del pollo. Bien amarrada. A unos pies bien sujetos. Dentro de un calzado certero.
Pero en aquella cama, me mataron. Me mató. Cerró mi puerta a los orgasmos compartidos. En medio de aquel despropósito. De aquella violencia invisible. Se encargó de hacerme morir por debajo de mi ombligo.
Perdí la virginidad a los dieciocho.
Hasta entonces. Mis manos se hicieron mis mejores amigas, mis aliadas, mis secretos, mis amantes, mis maestras. Benditas. Sororas. Compañeras.
Hasta entonces. Después vinieron historias diferentes. Otros post. Para otros momentos. Sólo decir. Que no hace tanto tiempo, pero hace ya mucho, en otra vida. Me cortaron las manos. Me amputaron. Hay egos que sólo saben ser parásito. Hacerse dueños de otros cuerpos y vampirizarlos para poder ser algo. Un algo muy pequeño. Sin valor. Sin valentía. Esa parte carece de importancia. Importan mis muñones. Que crecen y se reafirman en soledad. Qué dedos más largos. Qué nuevas amigas. Qué nuevas compañeras. Qué nuevas maestras. Cuanto las quiero. Más allá de mi cama. Muñones. Muñecas rotas. Buscando aguja e hilo para coserse a la vida, para coserse las venas, para correrse al riego sanguíneo. Para correrse. Para volver. Para regresar. Como ha regresado el resto de mí. Me falta una parte, y me siento perdida. Frágil.
Es un viaje.
Y es un viaje diferente.
Todo lo demás, dependía de mí. Y yo, de alguna manera, puedo con todo.
Este billete, ha de ser doble. Asiento de dos plazas.
Me encabrona. Me desespera. Me jode.
Porque no saben joderme.
Uno sí supo dejarme bien jodida.
Pero joderme.
Demasiadas boquillas, para alguien que no fuma.
Demasiadas camas, aunque hayan sido pocas, donde me perdí para no encontrarme.
Y serán menos todavía.
No valen la alegría.
De un coño alegre.
De unos muñones alegres.
Más que te jodan, más que estés jodida, más que no sepan joderte, más que haga mil años que no jodas en condiciones. La vida, es una joda.
Y una joda, es alegría.
La alegría sólo depende de ti.
Vuelvo a mis sábanas, voy a darme alegría.
Hasta que alguien, vuelva a saber hacerme reír.
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ResponderEliminarvib(R)ando
ResponderEliminarRdL
vi(B)rando
ResponderEliminarRdL (con dislexia en las venas)