domingo, 24 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento I

Me llamas.
Me dices que tendrás unos días la casa libre. Para ti solo. 
Luego me explicas. Que tendrás la casa libre unos días. Para nosotros solos. Si quiero.
Y quiero.
Preparo la mochila para esos días. Un par de mudas limpias. Una camiseta interior. Un par de calcetines de repuesto. El cargador del móvil, aunque no será necesario hace algún tiempo que la batería me dura sólo cuatro horas. La cartera. Las llaves. Condón sólo me queda uno. Gel hidroalcohólico. Pañuelos de papel. Un cepillo de dientes. Un desodorante roll-on que huele a frutas tropicales. El neceser festivo. Con su vibrador. El otro juguete se me rompió.  Y ya de paso. En un impulso. Meto también, la cámara de fotos. 
Te digo que voy. 
Me pongo la mascarilla. Salgo. Y de camino a la boca de metro paro en el estanco a comprar un abono de diez viajes. Ahora quedan nueve. Y no sé cuantas estaciones. Me has dicho en cual debo bajarme. Miro el plano del vagón. Compruebo los transbordos  correctos. Subo el volumen de mis auriculares. Suena una versión del Just can't get enough que me pone mucho las pilas. Debería haber metido vino en la mochila. Bien fresquito. Me apetece un montón una copa, un vaso, un tantito, de vino gallego, refrescante y relajante. Vibra el móvil. Es un wasap. Dices que me esperas en la salida tal que da a la calle cual. Llego a la estación. Cruzo pasillos. Atravieso los tornos. El aire acondicionado de la salida me levanta el vestido. Se me ve el culo, las cachas. Llevo unas bragas culotte brasileñas. Y los carrillos quedan completamente al aire. Me río. Subo las escaleras que llevan a la calle. Y allí estás tú. Que no sé si sonríes o no. Llevas mascarilla. Yo también. Dejamos los besos para detrás de la puerta. ¿ Qué traes en la mochila, loca? Y te ríes. Vamos es por aquí. En diez minutos estamos en casa. Y como no sabemos que decirnos. Decimos gilipolleces hasta el portal. De un edificio cualquiera. Que no es cualquiera. Porque dentro hay una cama. Y dentro de esa cama. Estaremos nosotros cuando nos quitemos las putas mascarillas, la ropa, y nos enjuaguemos los restos de la civilización, por si las moscas. Y tenemos un millón de ganas. Y un tanto de vergüenza. Pero un millón de ganas. 

Y pasas tú primero, porque yo no tengo ni puta idea de donde voy. Enfilamos el pasillo. Y vas diciendo: la cocina, el salón, el baño, la habitación A, la habitación B, mi habitación. Tú vas diciendo. Y yo no me entero de nada. Solo quiero quitarme las playeras. Los calcetines. La mascarilla. Lavarme las manos. Lavarme la cara. Darme el puto gel por los brazos, las manos y la cara y comenzar a besarnos. Torpemente. Tú te ríes. Te ríes un montón. De mí. Y a mí me da vergüenza. Pero no me importa. Y me coges de la mano y me llevas al sofá. Siéntate un poco anda. Relaja. ¿Yo? Pero si yo no me relajo nunca. Y pones el amazon prime de fondo. Y sacas no sé qué de beber. Yo te pido agua. Con las bebidas no aciertas. Eres un anfitrión torpe. Cuéntame algo. Y te cuento. Mientras te cuento me acaricias los pies. Hasta que recuerdas que no me gusta demasiado, y pasas rapidamente a los tobillos. Yo me callo un segundo.  ¿ Qué pasa?. Nada. Es rico. Y yo te sigo contando mientras acaricias, ya, mis gemelos. Arriba y abajo. Suavemente. Mi piel es enormemente suave. Fina. Tersa. Y tus manos un poco bastante, también. Hacen buena combinación. Se me eriza la piel y el cuero cabelludo. Pero sigo charlando. Como las cotorras. Tú me pides que te cuente algo. Y yo te lo cuento todo. Y tus manos ya están en mis muslos. Y cierro los ojos. Lo último que he visto, es que tienes una cara muy seria, porque estás muy concentrado. Y sigo hablando. Y tus manos ya están en mis ingles. Y por cada media docena de palabras  que te digo sale un suspiro. Tengo la piel infinitamente suave, pero joder, tus manos son muy suaves también. Qué rico. Túmbate tonta. Y me empujas con la yema de los dedos. Y mi cabeza cae sobre el reposabrazos del sofá. Dame un cojín, porfi. Y me lo pasas. Y ahora todo está bien. Con tus manos acariciando mis bragas, jugando a apartarlas o dejarlas. A veces siento tus dedos sobre la tela, otras sobre la piel, sobre el vello, sobre... Uf.  Y me abres las piernas. Y dices, vas a poner el sofá perdido. Y me metes un dedo. Yo gimo. Y pongo el sofá perdido. Me encanta tu coño. Sueltas. Y comienzas a meterme dedos una y otra vez, a ritmos diferentes. Yo no sé que está pasando debajo de la falda del vestido, pero es increiblemente rico. Me encanta. Ya casi no puedo mantener los ojos abiertos mucho rato. Pero cuando los abro, ahí estás, mirándome, serio, concentrado, excitado. Quiero tocarte. Todavía no. Es mi ratito. Un ratito más. Y comienzas a hacer dibujos dentro de mi coño con tus deditos. Y yo creo que voy a morirme de gusto, y como no me muero, quiero que dure horas, días y semanas ese gustito tan rico. Empapo las bragas. El sofá. Un cojín. Tu mano. Y tú. Me quitas las bragas. Así mejor, dices. Y vuelves a hacerme con los dedos eso que me vuelve tan loca.  Ya no estoy tan segura de que no vaya a morirme. Al menos de gusto. Te aproximas. Te acercas. Y mi zona de confort comienza a subir de temperatura. Noto tu cuerpo caliente, muy, muy cerca. Extiendo el brazo y encuentro una pierna. Subo chandal arriba. Y. Premio. Aquí hay un bulto para acariciar mientras tu sigues acariciandome a mí. Ahora sí que me tomaría un vaso de vino bien frío. O dos. Y tiro de la gomita del pantalón. Que rebota. Creo que tu pantalón del chándal también está húmedo. Quiero tocar. Te bajas los pantalones hasta los muslos. Me miras. Dices no con la cabeza y finalmente te los quitas. Me río de tus calzoncillos. Cuando no me río yo. Y agarro tu polla por encima. Está durita. Chorrea un poco. Y los huevos están firmes. Con tus dedos dentro de mi coño. Y el sofá chorreando. Yo te acaricio la polla. Los huevos. Por encima de la tela, que  los diez minutos me sobra. Y me incorporo. ¿ Qué haces, no te gusta? Quieta. No. Quiero hacer algo. Y me pongo a cuatro patas para meterme tu polla en mi boca. Y tu cara se desconcentra durante un segundo. Y mi boca se llena de tu polla. Un poco, otro poco, y otro poco más. Casi la tengo toda dentro. Y chupo. Succiono. Aspiro. Me divierto. Disfruto. Con tu polla dentro de mi boca. Ya respiraré luego. Chupo. Lamo. Succiono. Me entretengo con el capullo. Y luego con la polla entera. Y juego con mi lengua y tus huevos. Qué rico. Tú no gimes. Ni suspiras. No sé si te gusta. Pero la polla se pone tan dura, y comienza a chorrear tanto que parece ser que sí. Espera. Hace mucho que. Y no quiero que. Y me apartas. Me pides que abra las piernas de nuevo y me recueste. Más bien lo haces tú. Y cuando ya estoy en la posición que es más cómoda para volver a atacar mi coño, pones mi mano sobre tu polla. Y ahora viene las caricias dos. Yo me muero con tus dedos dentro mientras acaricio tus huevos. Mientras comienzo a cerrar los dedos para frotarte la verga y hacerte una paja. No disimules, te he oído gemir. Te encanta como te masturbo. Y yo sigo pensando que me voy a morir por como me masturbas tú. Casi ni te oigo decirme. Anda. Vamos a la cama que estamos aquí liándola parda. Deja las bragas. Y traete la mochila, vamos. Y me guiñas el ojo. Y yo te hago caso, y te sigo, con el vestido a la altura del pecho, y el coño y el culo al aire...


1 comentario: