No puedes, no sabes, romperme la boca, la garganta con tu polla. Te falta valor, te sobra arrogancia. Inseguro, es cierto. Con el prepucio en tu mano, sin saber muy bien si darás la talla. Pura fantasía ahora real a pie de sofá. Acojonado, con los cojones entre tus piernas. Colgando. Sin estar seguro de la batalla. Muchas ganas. Porque estás excitado. Pero en el fondo. No quieres llegar al fondo. Pero te pica la curiosidad. Y el culo. Te rascas. Yo me río. Con las piernas abiertas. Me haría una paja para terminar antes. Pero ya llevo seis esta semana. Tengo callo. En la mano derecha y en el coño. Bostezo. Debería pintarme las uñas. Pero no me gustan. Me resulta hortera, vulgar, como tú, con tu polla en la mano sin saber que hacer. Cógeme del pelo, dime que te la chupe. Dime que te la mame. Que la bese. Que la muerda. Que la acaricie con mi lengua. Que me la trague. Fóllate mi boca. Haz que no lo soporte más, y te la coja entre mis manos mientras te pido que me chupes las tetas. Que las beses. Que las muerdas. Más. Más todavía. Joder, te he dicho que más. Ay. Sí, me duele. Pero me gusta. Ahora muerde menos. Ésto no es un viaje con brújula, ni mapa. No soy una carretera. Ni tú un peaje. Se sabe como se empieza, se intuye como se acaba, el camino es incierto. Y éso, querido, es lo mejor del viaje. Tira esa mochila de mierda, suelta esos prejuicios, da un paso al frente. Déjate de gaitas, y dame la tuya. A mí. Porque soy yo. Y me quieres a mí. No porque no soy otra que no puedes tener, y te acercas inquieto, inseguro, despistado porque te doy morbo. Coge fuerte la polla. Abre tu capullo. Gordo. Sonrosado. Brillante. Desafiante. Fóllame. La boca primero. Luego el coño. Y sobre todo, o debajo, o de canto, a mí. Porque soy lo mejor que te habrías follado en tu vida. Y lo sabes. Deja de temblar.
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