sábado, 15 de abril de 2017

Vino


Vino.
Y luego fui. 
Vino. Blanco. Creo que tres. Puede que cuatro. Incluso cinco. 


Vino. Hacia mí. Choque de labios. Estallido de lenguas. Culebras. Húmedas. Buscando el fondo de la garganta opuesta. 
Vino. Su mano a mi nuca. Y luego la pared contra mi espalda. Podríamos haber atravesado aquel edificio con mi culo y su antebrazo. Morreo a tornillo. Derretida en la acera. Haciendo aguas con mi nalga en tus manos. Vello de punta. Más de punta los pezones. Podría haber agujereado aquella camiseta con ellos. 


Vino. De repente el coche. No sé como. Estábamos allí. Subimos como pudimos. Metiste las llaves. Y volvimos a meternos la lengua. Casi follamos sobre la palanca de cambios. Con ropa. Con besos. Con manos. Con uñas. Con dientes. Con polla. Con boca. Con mi frente en tu muslo. Con la boca llena. 
Vino. Abriste otra botella a pie de alfombra. Apenas bebimos. Vino. De nosotros no quedó nada sin beber. Ya sin ropa. Sin vergüenza. Sin botella. El vino sobre mí. Su lengua. Toda yo. Y luego. Él vino sobre mí. Vino hasta dentro. Muy adentro. Vino hasta la garganta y sin beber. Vino tan dentro que la noté en la campanilla. Creo que tosí. Y luego grité. ¡ Más !. Vino otra vez. Y vino. Y vino. Y vino. Y yo no llegaba. Y ni falta que hacía. Quedaba noche. Quedaba polla. Quedaba vino. Quedaba yo a cuatro patas sobre una alfombra gris. Quedaba mi coño en pompa en la punta de su lengua. Quedaban cuatro de sus dedos dentro de mí. Quedaba por probar la cama. Quedaba por probar el sofá. Quedaba por probar la ducha. Quedaba mucha noche. Mucha polla. Muchas ganas. Así, que vino, y prometimos volver, hasta que yo me pudiese ir.

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1 comentario:

  1. Si queda noche, vino y polla, no hace falta nada más que oxígeno. Un relato muy bueno.

    Besos.

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