miércoles, 17 de diciembre de 2014

Nada


 No sé donde he estado todos estos meses. Tampoco donde se han metido todos los siguientes. El tiempo carece de valor. Estoy triste. Mucho. Tanto, que soy triste. Y la tristeza sí importa. No es una tristeza cualquiera, es aquella que te cubre de negro cuando enviudas a la vida. Te descuartiza y devora por partes. Hace de ti gangrena de esa que lamen los perros sarnosos. Muere el corazón y entierras el coño. Sin lágrimas. La tristeza suprema no llora. Flota. Ambas flotamos en ningún lugar del que nadie quiso entrar jamás. Inertes los flujos, caidos los pechos, pétrea el alma y ciegos los ojos. Azul es el cielo en braille cuando leo por la ventana. Huele a petróleo. A cadáver y a niño perdido. Escribe. Automática y mezquina. A veces saluda al vecino mientras quisiera matarlo y suicidarse después por el hueco del ascensor. Del descensor. Hace ya mucho que nada sube. Muerte debe ser algo así pero más humana. Mata y ya no sufres. Tristeza te obliga a seguir viviendo. Ser vegetativo con la uretra dañada. Huelo mal. No soy apta para menores. Tampoco para mayores. No soy apta. Sin más. De serie B y en la trastienda. Violame un verso y ciérrame las piernas. Me has besado en el a
lma del coño y creo que comienzo a llorar.