Me rompiste de tanto follarme. Y aún así, te pedí un polvo más. No te hizo falta decir que sí, tu polla lo hizo por ti, y volvió a penetrarme hasta el paroxismo. Mientras tú me inundabas de tus entrañas más inmaculadas, y me eché a llorar. Después de tres horas no había conseguido correrme. Se mezclaron las lágrimas con el semen, y mis mejillas con tus manos, y la lengua con la lengua en el beso más lánguido y desesperado que haya habido nunca.
-Recuerda que ya no nos queremos, me dijo.
Y mientras me hacia por primera vez el amor, me acordé; y tuve tres orgasmos seguidos.