martes, 16 de junio de 2020

Tocando el Anal.


Tiene algo de machista el tema del sexo anal. 

En general. 

No se cuestiona en la cama, si a un chico le gusta o no. Si quiere intentarlo o no. Tampoco se le insiste. Cierto es. Que cada vez es más frecuente. Que ellos exploren ese campo. Y son ellos. Los que ahora te dicen. ¿ Te gustaría probar a jugar conmigo por ahí ?. Lo hacen con total naturalidad. Como debe ser. Sin embargo. Cuando hablas con la mayoría de los chicos sobre anal. Ya saquen ellos el tema en la cama. O surja en una charla. Siempre son expertos. Saben que con delicadeza te gustará. Que usando geles apropiados te gustará. Que con paciencia. Te gustará. Que con cariño... ¿ Cariño? Oh, wait! Si ni siquiera folláis con cariño, hombre por dios. Qué me estás contando. Bueno. Éso. El culo. El ano. De una mujer. Es como la tónica Schweppes. No te gusta el anal, porque lo has probado poco. Ya. 

Si un chico tiene fijación con el tema, y hay un montón, te insistirá. Te intentará convencer. Te dará millones de razones. Un montón de datos. Parece que se han sacado un máster cular en Aravaca de Harvard. 
Y el sexo anal es una cosa como cualquier otra. Lleva su proceso. Y hay a quien no le gusta. Sin más. NO le gusta. Y punto. Pero resulta que te tiene que gustar. O al menos lo tienes que probar. No te vayas a ir de esta vida sin un unicornio de colores en el puto culo. Por no mencionar que hay personas con problemas zonales, por un millón de motivos. La de veces que he tenido que dar explicaciones. Y aquí. No, también es No. Pero ellos tienen que convencerte de las propiedades y ventajas de una polla en el culo.  Que si no lo vas a cambiar por nada, mujer. Que a mí me daban dos. Y así todo. 
El caso es que yo lo probé. Y lo pasé. Tan, tan mal. A pesar de la delicadeza. Del cariño. Del amor. Del cuidado. De los geles. De la paciencia. Etc... Que nunca mais. 
Y pasaron los años. Y fui descubriendo otras cosas. Fui cambiando de amantes. Vamos. Igual que todo el mundo. O casi. Supongo. 

Hasta que llegó un chico que me entendía muy bien con él en la cama. Era tremendamente entregado. Se preocupaba mucho de mi propio placer. De experimentar conmigo a ver como yo gozaba más. No es muy habitual ésto. Así que esos meses estuvieron genial. Nos hicimos follamigos. Compartíamos hobbies, cine y cama. Su polla era genial. Mi coño le gustaba mucho. Luego nos enfadamos. Dejamos de vernos. Pero tuvimos unos reencuentros puntuales. Y justo en el último. Sin saber ninguno de los dos. Que sería el último. Nos pusimos muy cachondos en su sofá. Yo no sé cómo me tocó. Yo no sé que comí aquel día. Yo no sé que vimos en netflix ( bueno sí lo sé, pero es anecdótico). Yo no sé qué ocurrió. Yo me volví loca del coño. Loca de cerda. Loca de sexo. Tenía tal calentón que me hubiera pasado por la piedra a dos equipos de baloncesto. O esa era al menos. La sensación. La palabra cachonda. Se queda cortísima. 
Tenía las bragas empapadas. El coño a punto de reventar. El clítoris hinchadísimo. Y en mitad de aquel salón gélido. Yo ardía a más no poder. Y notaba. Mientras jugábamos. Su polla rozando mi culo. Sus dedos metidos en mi coño. Y no pude más. Fue como una revelación. Me apoyé contra la mesita de centro. Me bajé las bragas. Y con las manos sujetándome en esa superficie. Y mis piernas bien abiertas. Le dije: ¡ Métemela por el culo! Ya!!!! 
"Pero"... 
Él sabía de mí respecto a ese tema. Había salido en nuestras charlas varias veces. Y claro. No sabía si todo aquello era producto de la locura vaginal. Y a ver si luego me arrepentía. O me ponía malita. 
Yo insistí. En aquel momento su polla en mi ano era lo úinico que podía calmar ese furor uterino. Y yo no sé. Qué pasó. Qué hizo clic. Como mierda encajamos. Pero entró sin más. Y fue glorioso. Tan glorioso que estuvimos horas follando sólo por el culo. Lo recuerdo como un placer intenso y estupendo. 
Al día siguiente me fui para casa con cara de pasmo. Yo?. Por el culo. Yo! Manda narices. Pues sí. Luego vino una semana dura. De fisuras. Hemorragia. Caminar como John Wayne en una del oeste. Cremas. 
No volví a verle. No recuerdo bien como nos dijimos adiós. Ni por qué. El culo no fue el motivo. Sin embargo, el culo. Mi culo, fue el motivo de como me masturbo a partir de entonces. Me encanta meterme una balita. Jugar con mi agujerito. Sentir algo ahí dentro. 

No he vuelto a follar por el culo. No sé si volveré a hacerlo. No sé como será si ocurre. No tengo ni idea. Quizá fue fruto de aquel calentón. Tal vez se repita. No me preocupa. A ellos les preocupa. Ese es el problema. Y la diferencia. Si ni siquiera yo soy experta en mi propio culo. Cómo cojones lo son ellos. Pero claro. Ahí sucede igual que en el resto del sexo. Son puto expertos porque lo han hecho con otras. Y por éso no funciona el sexo una gran cantidad de veces. Porque nos suponen respecto a las anteriores. El mayor error del mundo mundial. Por éso son oro esos chicos que se desprenden de sí mismos, y en la cama dan, dan, dan y dan. Que desbordan empatía y entrega. Ojalá encontrase a alguien así para este verano. Sería fabuloso. Pero...

Y todo ésto. Viene a cuento. Porque. He tenido que ir al médico por mi culito. La semana pasada me compré un juguete nuevo. Una bala doble. Una normal para la vagina. Otra más fina para el culo. Ambas unidas por un cable a un mando que tiene doce velocidades y vibraciones distintas. Y es que es un orgasmo increíble.  Cuando tienes el dildo vibrando en el clítoris. Y una bala en el coño. También vibrando. Y vibrando. También. Otra en el ano.  Pero cuando te corres. Uf. Entonces hay que sacarlas. Y el culo sufre. Y bueno. Me metí la del coño en el culo porque quería sensación extra. Y uf. Bueno. Me hice una pupa tremenda. Voy a ahorrar detalles. Y abcesos. Y dolor insoportable. Así que ahora vuelvo a tener un poco de miedo al anal. Un respeto. Y también tengo una fisura. Y han pasado los días. Y todavía me duele. No sé cuando podré volver a salir a jugar con mi culito. Seguramente será. Con alguien que logre que me ponga loca del coño de cachonda. Que no insista. Que no pida explicaciones. Que no de consejos. Que no sepa de lo mío y de lo suyo. Que no sea un experto. Éso que ahora está tan de moda. Todo el mundo es epidemiólogo y proctólogo. Un no parar. Y lo digo con todo el dolor, no de mi corazón, si no de mi fistro anal. :) 

miércoles, 3 de junio de 2020

Avisos desde el confinamiento.

He comenzado una serie de artículos en facebook. No sé si los integraré aquí. O iré integrando el blog allí. Depende mucho de como vaya viendo la evolución. Y sobre todo de los sirocos que me den. Uno nunca vuelve para quedarse. Uno regresa durante el tiempo que le apetezca quedarse. Ya sea por placer. Aprendizaje. Experiencia. O lo que sea. Ningún viaje es ilimitado. Sólo a veces. Pero ése ya es otro giro de tuerca. Y un post de aviso no es para divagar. Así que éso. Si hay alguien por aquí. Que las estadísticas del blog me indican que sí. Podéis seguirme en facebook también si gustáis. En la columna de la derecha está el link. Si no, también podéis buscar el perfil Pommette Petit, no funciono como página. Gracias! Un pellizco. :)

martes, 2 de junio de 2020

Inconexiones desde el confinamiento I

Tres picaduras. Tres ronchas. Prominentes y rojas. 
A propósito de nada. 
Pero me devoran los mosquitos por la noche. Me paso las madrugadas zapatilla en mano. Soy manjar. Tengo la piel sumamente fina. Sumamente suave. Sumamente dulce. Sumamente delicada. Y ahora tengo también tres ronchas. Y no de hoy. Ahí están desde el sábado. Y todavía escuecen. Molestan. Y saltan a la vista. Son parte de este fin de semana en el que he tenido casi todo el tiempo la casa libre para mí.
Ha sido refrescante volver a disponer de tiempo y espacio de nuevo. Y volverá a repetirse con asiduidad. Qué gusto. Levantarse. Sola. Desayunar. Sola. Retrasar algunas cosas. Adelantar otras. Cerrar la puerta. Salir. Y saber. Que al volver. Decides tiempo y espacio. Para ti. Sin cortapisas. Hacía tiempo ya. Fue como un ritual. Volver. Nadie. Casi hora de comer. No me apetece. Puedo elegir lugar. Con las puertas abiertas. Cierro la ventana. Hace calor. Pongo el aire acondicionado. Bajito. Tiro de la colcha hacia abajo. Que se ventilen las sábanas. Dejo sólo la bajera. Y la de arriba replegada a los pies. Me voy a la ducha. Me desnudo en el salón. Playeras. Mallas. Camiseta. Top. Calcetines. Bragas. Cojo la toalla. La cuelgo de la barra interior de la ducha. Agua. A presión. Chorro. Agua semicaliente. Cierro los ojos. Pelo húmedo. Cabello mojado. Cuerpo empapado. Tripa premenstrual que avisa. Que  molesta. Pezones erectos. Jabón. Espuma. Sólo uso la esponja de red cuando me exfolio. Paso mi mano con gel. Pies. Tobillos. Gemelos. Muslos. Ingles. Culete. Coñito. Ombligo. Cintura. Torso. Pecho. Brazos. Axilas. Cara. Y ahora el pelo. Champú. Masaje. Y aclarado. Cierro el grifo. Cojo de nuevo la toalla. Y me envuelvo. Salgo. Me seco un poco el pelo con una toalla de mano. Y salgo descalza. Entro en la habitación. Abro el cajón. Ese cajón. Saco dos neceseres. Uno los dejo encima de la cama para después. También cojo auriculares. El cargador del móvil. El móvil. Un paquete de toallitas. Y una botella de agua. Y ahora el tiempo. La casa. Es mía. De forma ilimitada. Y me voy a masturbar. Y voy a tardar un montón. Generalmente tardo mucho. Pero hoy especialmente voy a requerir de un mucho tiempo. Porque lo tengo. Voy a retrasar el orgasmo todo lo que pueda. Quiero disfrutar. Mimarme. Regalarme. Un placer sin prisas. Como una veneración personal. Unas horas de balneario del sexo. Del auto sexo. Voy a olvidarme de la cuarentena. De que no hay posibilidad de nadie más. Por el momento. Y que tengo dos juguetes. Algunos vídeos. Y algunos audios. Y quizá alguna llamada. Para estar un poco más acompañada. Es tiempo de jugar. De tener un detalle conmigo misma. De subirme a las alturas. De provocarme esos mini orgasmos incompletos. Hasta que llegue el estallido final. Creo que hoy elegiré la velocidad número dos. Pero también la vibración número cuatro. Y puede que la siete del botón del vibrador. Dan un gusto especial. Un placer diferente. Incluso gimo distinto. Ojalá me oyese alguien. Me gustaría. Es excitante. Estar sola. Pero no del todo. Complicidad. Un cómplice. Que se excite conmigo. Y disponga de su tiempo. Y de su espacio. Y se olvide también. Por un momento. De esta cuarentena. Y ambos nos dejemos llevar. Quiero oírle jadear. Escuchar como se masturba y goza. El placer ajeno provocado por el propio es de lo más potente del mundo mundial. Meterte dos dedos dentro del coño mientras escuchas como se toca la polla. Imaginar que esa polla son tus dedos. Y el sonido de la vibración del dildo de fondo. Mmmmm. Sexi. Muy sexi. Cómo no mojarse, imaginando, con la toalla todavía alrededor del cuerpo. No voy a quitarla del todo. La subo. Muslos al aire. Ingles al aire. Coño al aire. Palpitaciones al aire. Tengo que tocarme. Tengo que presionar. Ahí. Con el dedo. Con la otra mano cojo el móvil. Había un vídeo que me mandaron guardado en alguna parte. Y un par de audios. Estará aquel chico que... ¿conectado?. Es un momento ansioso. De necesitar algo. Que a lo mejor no está disponible. ¿ Bastará con la imaginación? Y sus tres velocidades. Ha pasado ya media hora. Hacía mucho tiempo. Porque no tenía tiempo. Que no me excitaba tanto. Sólo con mis dedos. Con mis manos. Sin tecnología. Son buenísimas esas pajas. Donde puedes llegar perfectamente al orgasmo como lo hacías de adolescente. Únicamente con tus propios dedos. Pero no. Ésto no ha hecho más que empezar. Y ahora dejo las tetas al aire. Los pezones como escarpias. Como bolas de pin-ball. En ese momento no hay nada más excitante que el propio cuerpo. La propia dureza. La propia humedad. Y tus propios dedos. Viajando por todos esos lugares. El charco de la sábana. Los gemidos en aumento. El sonido de ese audio guarro en el móvil. La polla de látex inerte que todavía no sabes si usarás. A veces ni hace falta. Otras te meterías dos. Y una más pequeña por la parte de atrás. El mundo del punto de no retorno. Del placer ilimitado. Es inexplicable. E infinito. Lo que puedes llegar a sentir. A hacer. A experimentar. A probar. A necesitar. Es sorprendente. Eres una guarra. Sí. Una enorme guarra encima de un charco de flujo propio. Una mujer excitada en una vorágine de una paja brutal. A veces no me queda más remedio que reírme cuando un hombre habla de que ellos son diferentes y tienen más necesidad. O son más no sé qué. O si nosotras no nos masturbamos tanto. O no sé cuanto. Si supieran. Por suerte algunos lo saben. Y comparten. Cómplices. Cómplices secretos. Y no tanto. A veces os echo de menos. Otras absolutamente nada. Hace ya más de un año que no me acuesto con alguien y es... es... No sé, esa veneración que consigo conmigo misma. Ese placer inmenso. Ese trabajo de campo. Porque un hombre que sabe de sexo. Un  hombre muy sexual. Está muy seguro de. Y no investiga. Da por sentado. Éso es mierda. Si yo misma me descubro cada día. Me recorro cada vez. Siempre aprendo. Siempre tengo ganas de aprender. Y ya tengo ganas de alguien que quiera aprender así en compañía. Un cómplice. Es más difícil encontrar un cómplice que el amor. Enamorar se enamora cualquiera que tenga ganas de enamorarse. Pero luego sale mal. Un cómplice. Una conexión sexual brutal. Es más difícil. Sobre todo si exiges en el otro lo que te exiges a ti. Y exigir no está mal. Lo malo es transigir. Porque es la aguja en el pajar. Y los alfileres pinchan. Y mientras. Yo sigo con el vibrador dentro del coño. Y un dedo dentro del culo. Tengo que que ir  mirar al sex-shop aquel, por si les ha llegado el pequeño vibrador doble que vi hace  ya unos meses. Necesito que vibre también el culito. Y la vagina. Mientras vibra el clítoris. Para terminar vibrando yo en  una explosión de colores. Y un grito. Porque grito. Y luego caigo laxa. Exhausta. Y feliz. Sobre el colchón. Y han pasado tres horas y media. Y debería comer algo. Porque estoy un poco mareada. Y luego ya pensar si veo una peli. Escribo algo. Leo un libro. O vuelvo a hacerme una paja. O la dejo para la noche. Y me devoro. Como me devoran los mosquitos. Ellos y yo. Sabemos. Que tengo la piel. Más suave del mundo. Más dulce del mundo. Más sensitiva del mundo. Más sensible del mundo. Más fina del mundo. Más sexi del mundo. Nunca me creen cuando lo cuento. Hasta que llega un cómplice. Y lo nota. Y lo flipa. Y me folla. Me folla de colores. :) 

jueves, 28 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento IV


(...)


Me tomo mi tiempo. Y te devoro la polla durante un rato. Es agradable sentirla dentro de la boca. Primero sólo la punta. Luego hasta la mitad. Y ya. Toda entera. Hasta notarla haciendo tope en el esófago. Hasta la arcada. Pero sólo éso. Sólo un poco. Después sacarla. Rechupetearla. Como si fuese un polo de limón. Lamiendo cada gota. Cada surco. Cada chorro de líquido que resbala por su piel. Es agradable mirarla. Su punta colorada. Roja. Jugar con ella. A sacarla y meterla dentro y fuera de su fundita epitelial. Es agradable notarla dura entre mi pequeña mano. Es agradable masturbarla. Es agradable mirar tu cara. Y ver que tienes la misma expresión que un cadáver. Inexpresiva. Eres de placer inexpresivo. De contención. Lo paso por alto. He venido a disfrutar. He venido a follar. He venido a reembolsar todas las ganas que me quedaron en dos mil diecinueve por salir. Fóllame. Y te pones torpe el condón. Ahí es cuando sé, que tu poder no es tan grande. Ni mediano. Ni pequeño. Eres otro tío más. Uno de tantos. Jugando a ser mayor. Y sonrío. Y me abro de piernas. Y tú pones mis gemelos a los lados de tus caderas.  Y me penetras. Entra fácil. Resbala sin problema hasta lo más profundo de mi coño. Estoy tan mojada que tengo miedo a no sentir la polla en un agujero tan abierto. Y tan lleno de líquido. Comienzas a moverte. Me estás follando. Yo no siento mucho. Así que me doy la vuelta. Tienes mi culo en tu cara. Tengo tus manos en mi culo. Y ya. La polla dentro del coño. Y me muevo. Me muevo furiosa. Quiero mis ganas. Quiero mi orgasmo. Quiero mi polvo de oro. Quiero lo que es mío. Lo que todos me robáis. Lo que el egoísmo no devuelve al ni al cincuenta por ciento. Quiero disfrutar. Y me muevo cada vez más rápido. Mi vagina se contrae y expande vertiginosa empapando las paredes de tu polla. Quiero más polla. Quiero tus dedos. Ahora dentro de mí se mueven. Una polla. Y dos dedos. Una polla dentro del coño. Y dos dedos dentro del culo. Qué rico. Más. Más. Más. Siento tus huevos. Golpeando mi perineo. Esa parte dulce que existe entre el coño y el culo. Es excitante. Siempre me ha gustado el golpeteo de unos buenos huevos en esa zona. Cuanto más golpean. Más me gusta. Cuanto más metes los dedos. Más me gusta. Fóllame más. Más fuerte. Silencio. Silencio. Comienzo a comprender. Agarro mi juguete. Le doy al ON. Y me lo llevo al clítoris. Me acaricio con él. Con su vibración. La subo al dos. Y luego al tres. Va a estar bien este polvo. Esta paja en compañía. Este atrezzo. Sé que no vas a ser capaz de follarme mucho más rato. Ya no importa. Te pido tres dedos en el culo. Y me olvido de ti. Siempre has estado ahí por estar. Y yo me sigo masturbando. Mientras tú crees que me follas. Ambos mojados. Empapados. Seguimos follando. O algo así.

(...)

martes, 26 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento III


(...)

Se me corta el grito cuando dices. Espera que cojo tu mochila. Y te oigo rebuscar en ella mientras con la otra mano me pellizcas las tetas. Suena una cremallera. Y luego un zumbido. Siento un calambre en mi clítoris. Y todavía me mojo más. Has puesto mi juguete en el nivel dos y estás acariciando con él el botoncito de mi coño. Uf. Chupas el dedo índice de tu mano libre y luego introduces la punta en mi ano. Comienzas a jugar. Juegas con mi agujerito del culo. Juegas con mi juguete en mi clítoris. Ahora sí que voy a gritar. Ahora sí que me voy a derretir. Ahora sí que voy a estallar. Y me das un golpetazo en la nalga con tu polla dura. Una gotita de semen se me queda allí pegada. No podría estar más cachonda. Más sucia. Más intensa. Más a punto. De romperme. En mil pedazos. Es ese orgasmo antes de llegar al orgasmo. Ese sí. Pero no. Ese que ya no puedo más. Pero puedes un poquito más. Ese métemela toda de una puta vez. Pero no. Sigues jugando. Ahora el juguete está dentro de mi coño. Y tu lengua dentro de mi ano. O eso creo. Porque ya no sé. Ahora el juguete está rodeando mi ano. Y tu lengua en mi clítoris. Y tu índice en mi coño. O eso creo. Ya ni sé. Deberías follarme. Ya no queda sábana seca debajo de mí. Y me duelen las piernas de la tensión. Y se me acaban los jadeos y los suspiros. 
Digo tu nombre. Te agachas y metes tus dedos embadurnados de mí. De mi coño. De mi culo. De mi sudor. En mi boca. Y  mientras la tengo llena. Llenas mi culo. Metes la punta de tu polla. Tu capullo. Dentro. Y yo creo que me la has metido toda. Ay. Ay. Au. Auch. Auuuuu. Wow. Guau. Así. Sí. Qué rica. Esa mitad de tu pene. Dentro de mi culo. Y esos dos dedos, de tu mano derecha. Dentro de mi coño. Me follan al compás. Zas. Zas. Zas. Silencio. Intento mirar atrás. No llego. Apeno veo parte de tu barbilla. Te estás mordiendo el labio. Estás cachondísimo. Éso todavía me pone más cachonda. Me pellizco los pezones con la mano que no me sujeto al colchón para no caerme. Equilibrismo de colchón con tu polla en mi culo. Me estás follando. Me penetras. La sacas un poco. Me desquicias. Me derrites. Me vas a matar. De gusto. Una vez más. Me vas a secar. Como puedo mojar tanto. De gusto. Dices mi nombre. Repites mi nombre. Y dices. Quiero que te guste. Quiero que te guste tanto como a mí. Quiero que disfrutes de tu coño como yo disfruto con él. Quiero que te sientas tan cachonda como eres de cachonda para mí. Quiero que notes mi deseo. Porque te deseo mucho. Y repites mi nombre. Y se me deshace la entrepierna. Y se derrite mi coño. Y creo que  va a reventar mi culo. Mi culito. No es la bala vibradora que uso conmigo. Es tu polla. Dura. Húmeda. Y está dentro. Mañana va a dolerme. Pero ahora me encanta. Podría correrme así en un ratito más. Pero decides que no. Que no es momento de corridas. Ni de fines. Ni de terminar. Tanto tiempo esperando. Tiene que durar varias horas más. Va a ser una noche muy larga. Dices. Y apagas el juguete. Sacas la  polla de mi culo. Quitas el dedo de mi coño. Dejo de pellizcarme las tetas. Ven. Digo. Y dejas la trasera de la cama para ponerte en el lado derecho. Así. Con el pantalón gris de chándal bajado. Medio mojado. Con tu polla dura fuera. Y los huevos asomando. Nos miramos. Yo sonrío. No sé follar sin sonreír. Y te digo. Y ahora te toca. Déjamela un rato. Ahora me toca. Ahora te la voy a comer. Y te tumbas en la cama. Y yo en la misma postura que estoy. Te agarro la polla por su base. Y con la otra mano te cojo los huevos. Y acerco mi boca. Porque tengo unas ganas inmensas. De comértela. Un ratito. Sólo. Solo un ratito más.

(...)


lunes, 25 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento II

...
Atravesamos el pasillo. Tu brazo hacia tu espalda cogiendo mi mano. Mi mano cogiendo tu mano con mi brazo hacia ti. No conozco el camino. Que es corto. Y vamos descalzos. Hasta la única puerta que está abierta. Tu habitación. La cama está desecha. Revuelta. Pero limpia y clara. Menos mal. No soporto las sábanas oscuras, negras, marrón o borgoña. Hay una almohada. Y algunos cojines. El nórdico está casi todo en el suelo. Me doy con la esquina de la mesa del ordenador en la cadera. Ay. Ven aquí boba. Y me deslizas sobre el colchón. Así con el vestido por las axilas. Y el resto de mi cuerpo al aire. Y ya tengo la espalda sobre la fresca sábana bajera. Y la cabeza en un cojín. Y el culo en el borde de la cama. Y mis piernas colgando fuera. Y ya tengo. Tu cabeza entre mis piernas. Y tu lengua entre mi coño. Y ya tengo mi mano derecha sobre tu cabello. Y mi mano izquierda agarrando con fuerza la sábana, haciendo un gurruño. Porque no me lo esperaba. Tan de repente. Y me gusta. Y noto fresca. Suave. Densa. La punta de tu lengua sobre la punta de mi clítoris inmensamente duro. Y noto, bajar, subir, la punta de tu lengua, suave, fresca, densa. Subir y bajar. Entre mis labios internos. Externos. Meterse en mi coño. Volver a rodear mi clítoris. Ahora está de nuevo en mis labios internos. No externos. No internos. Aaaaaah. Yo qué sé. Y gimo. Y gimo más. Y grito. Calla. Los vecinos. Baja el volumen. Porfi. Vale. Quiero decir. Pero no me da la voz. Aprieto tu cabeza como si fuera a exprimirla de tal modo que saliese el mismo jugo que sale de mi entrepierna. Chorreamos. Yo ingles abajo. Tú, sudor arriba. Qué rico. Lo comes de puta madre. Me encanta. Tengo un millón de ganas de que me la metas. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Tengo un millón de ganas de comerte la polla. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Mi coño habla. Y vuelve a chorrear con fuerza. Creo que voy a derretirme. Mientras me deshidrato por el coño, todo él dentro de tu boca. Y ahora. Dices. No digas nada. Voy a darte la vuelta. Chist. Ya sé. Todavía no. Y yo me callo. Y tú me das la vuelta. Y ahora tengo las tetas duras, contra el colchón. El ombligo contra el colchón. El michelín de mi tripa contra el colchón. La mitad de mi coño empapado contra el colchón. El culo en pompa. Y de nuevo. Mis piernas colgando. Fuera de ese colchón. Y de pronto. Tu lengua. Chupando. Lamiendo. Enredando. En la raja de mi culo. Y cada una de tus manos. En cada uno de mis glúteos. Y se me abre el coño como si no tuviera límites. Y metes dos dedos. Mientras tu lengua pasa al clítoris. Y yo vuelvo a creer que voy a morirme. Porque el gustazo es mortal. Dentro. Fuera. Fuera. Dentro. Dentro. Dentro. Dentro. Casi fuera. Casi dentro. Casi. Casi. Creo que de cintura para abajo. Soy toda tus dedos. Hay dedos tuyos por todas partes. Todo dentro de mí son dedos tuyos. Y muerdo la maldita sábana. Y ojalá fuera tu polla. Y estar llena por más partes. Y poder mezclar fluidos. Por más partes. Pero tú quieres que espere. Y es mi momento de placer para mí. Y es tu momento de recrearte con mi placer para ti. Y es el momento en el que me abres las piernas. Y posas mis rodillas sobre el colchón. Y ahí estoy. A cuatro patas. Con el vestido ya casi por la cabeza. Con el culo en pompa. Las piernas abiertas que parece que se van a romper. Mi coño chorreando. Mi ano brillante. Y tu polla fuera del chándal. A punto, muy a punto de entrar en mi culo. Creo que voy a gritar. Por más vecinos que digas...

domingo, 24 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento I

Me llamas.
Me dices que tendrás unos días la casa libre. Para ti solo. 
Luego me explicas. Que tendrás la casa libre unos días. Para nosotros solos. Si quiero.
Y quiero.
Preparo la mochila para esos días. Un par de mudas limpias. Una camiseta interior. Un par de calcetines de repuesto. El cargador del móvil, aunque no será necesario hace algún tiempo que la batería me dura sólo cuatro horas. La cartera. Las llaves. Condón sólo me queda uno. Gel hidroalcohólico. Pañuelos de papel. Un cepillo de dientes. Un desodorante roll-on que huele a frutas tropicales. El neceser festivo. Con su vibrador. El otro juguete se me rompió.  Y ya de paso. En un impulso. Meto también, la cámara de fotos. 
Te digo que voy. 
Me pongo la mascarilla. Salgo. Y de camino a la boca de metro paro en el estanco a comprar un abono de diez viajes. Ahora quedan nueve. Y no sé cuantas estaciones. Me has dicho en cual debo bajarme. Miro el plano del vagón. Compruebo los transbordos  correctos. Subo el volumen de mis auriculares. Suena una versión del Just can't get enough que me pone mucho las pilas. Debería haber metido vino en la mochila. Bien fresquito. Me apetece un montón una copa, un vaso, un tantito, de vino gallego, refrescante y relajante. Vibra el móvil. Es un wasap. Dices que me esperas en la salida tal que da a la calle cual. Llego a la estación. Cruzo pasillos. Atravieso los tornos. El aire acondicionado de la salida me levanta el vestido. Se me ve el culo, las cachas. Llevo unas bragas culotte brasileñas. Y los carrillos quedan completamente al aire. Me río. Subo las escaleras que llevan a la calle. Y allí estás tú. Que no sé si sonríes o no. Llevas mascarilla. Yo también. Dejamos los besos para detrás de la puerta. ¿ Qué traes en la mochila, loca? Y te ríes. Vamos es por aquí. En diez minutos estamos en casa. Y como no sabemos que decirnos. Decimos gilipolleces hasta el portal. De un edificio cualquiera. Que no es cualquiera. Porque dentro hay una cama. Y dentro de esa cama. Estaremos nosotros cuando nos quitemos las putas mascarillas, la ropa, y nos enjuaguemos los restos de la civilización, por si las moscas. Y tenemos un millón de ganas. Y un tanto de vergüenza. Pero un millón de ganas. 

Y pasas tú primero, porque yo no tengo ni puta idea de donde voy. Enfilamos el pasillo. Y vas diciendo: la cocina, el salón, el baño, la habitación A, la habitación B, mi habitación. Tú vas diciendo. Y yo no me entero de nada. Solo quiero quitarme las playeras. Los calcetines. La mascarilla. Lavarme las manos. Lavarme la cara. Darme el puto gel por los brazos, las manos y la cara y comenzar a besarnos. Torpemente. Tú te ríes. Te ríes un montón. De mí. Y a mí me da vergüenza. Pero no me importa. Y me coges de la mano y me llevas al sofá. Siéntate un poco anda. Relaja. ¿Yo? Pero si yo no me relajo nunca. Y pones el amazon prime de fondo. Y sacas no sé qué de beber. Yo te pido agua. Con las bebidas no aciertas. Eres un anfitrión torpe. Cuéntame algo. Y te cuento. Mientras te cuento me acaricias los pies. Hasta que recuerdas que no me gusta demasiado, y pasas rapidamente a los tobillos. Yo me callo un segundo.  ¿ Qué pasa?. Nada. Es rico. Y yo te sigo contando mientras acaricias, ya, mis gemelos. Arriba y abajo. Suavemente. Mi piel es enormemente suave. Fina. Tersa. Y tus manos un poco bastante, también. Hacen buena combinación. Se me eriza la piel y el cuero cabelludo. Pero sigo charlando. Como las cotorras. Tú me pides que te cuente algo. Y yo te lo cuento todo. Y tus manos ya están en mis muslos. Y cierro los ojos. Lo último que he visto, es que tienes una cara muy seria, porque estás muy concentrado. Y sigo hablando. Y tus manos ya están en mis ingles. Y por cada media docena de palabras  que te digo sale un suspiro. Tengo la piel infinitamente suave, pero joder, tus manos son muy suaves también. Qué rico. Túmbate tonta. Y me empujas con la yema de los dedos. Y mi cabeza cae sobre el reposabrazos del sofá. Dame un cojín, porfi. Y me lo pasas. Y ahora todo está bien. Con tus manos acariciando mis bragas, jugando a apartarlas o dejarlas. A veces siento tus dedos sobre la tela, otras sobre la piel, sobre el vello, sobre... Uf.  Y me abres las piernas. Y dices, vas a poner el sofá perdido. Y me metes un dedo. Yo gimo. Y pongo el sofá perdido. Me encanta tu coño. Sueltas. Y comienzas a meterme dedos una y otra vez, a ritmos diferentes. Yo no sé que está pasando debajo de la falda del vestido, pero es increiblemente rico. Me encanta. Ya casi no puedo mantener los ojos abiertos mucho rato. Pero cuando los abro, ahí estás, mirándome, serio, concentrado, excitado. Quiero tocarte. Todavía no. Es mi ratito. Un ratito más. Y comienzas a hacer dibujos dentro de mi coño con tus deditos. Y yo creo que voy a morirme de gusto, y como no me muero, quiero que dure horas, días y semanas ese gustito tan rico. Empapo las bragas. El sofá. Un cojín. Tu mano. Y tú. Me quitas las bragas. Así mejor, dices. Y vuelves a hacerme con los dedos eso que me vuelve tan loca.  Ya no estoy tan segura de que no vaya a morirme. Al menos de gusto. Te aproximas. Te acercas. Y mi zona de confort comienza a subir de temperatura. Noto tu cuerpo caliente, muy, muy cerca. Extiendo el brazo y encuentro una pierna. Subo chandal arriba. Y. Premio. Aquí hay un bulto para acariciar mientras tu sigues acariciandome a mí. Ahora sí que me tomaría un vaso de vino bien frío. O dos. Y tiro de la gomita del pantalón. Que rebota. Creo que tu pantalón del chándal también está húmedo. Quiero tocar. Te bajas los pantalones hasta los muslos. Me miras. Dices no con la cabeza y finalmente te los quitas. Me río de tus calzoncillos. Cuando no me río yo. Y agarro tu polla por encima. Está durita. Chorrea un poco. Y los huevos están firmes. Con tus dedos dentro de mi coño. Y el sofá chorreando. Yo te acaricio la polla. Los huevos. Por encima de la tela, que  los diez minutos me sobra. Y me incorporo. ¿ Qué haces, no te gusta? Quieta. No. Quiero hacer algo. Y me pongo a cuatro patas para meterme tu polla en mi boca. Y tu cara se desconcentra durante un segundo. Y mi boca se llena de tu polla. Un poco, otro poco, y otro poco más. Casi la tengo toda dentro. Y chupo. Succiono. Aspiro. Me divierto. Disfruto. Con tu polla dentro de mi boca. Ya respiraré luego. Chupo. Lamo. Succiono. Me entretengo con el capullo. Y luego con la polla entera. Y juego con mi lengua y tus huevos. Qué rico. Tú no gimes. Ni suspiras. No sé si te gusta. Pero la polla se pone tan dura, y comienza a chorrear tanto que parece ser que sí. Espera. Hace mucho que. Y no quiero que. Y me apartas. Me pides que abra las piernas de nuevo y me recueste. Más bien lo haces tú. Y cuando ya estoy en la posición que es más cómoda para volver a atacar mi coño, pones mi mano sobre tu polla. Y ahora viene las caricias dos. Yo me muero con tus dedos dentro mientras acaricio tus huevos. Mientras comienzo a cerrar los dedos para frotarte la verga y hacerte una paja. No disimules, te he oído gemir. Te encanta como te masturbo. Y yo sigo pensando que me voy a morir por como me masturbas tú. Casi ni te oigo decirme. Anda. Vamos a la cama que estamos aquí liándola parda. Deja las bragas. Y traete la mochila, vamos. Y me guiñas el ojo. Y yo te hago caso, y te sigo, con el vestido a la altura del pecho, y el coño y el culo al aire...


sábado, 23 de mayo de 2020

... desde el confinamiento.

Hace exactamente diez años. En unos meses, tales estos, yo estaba confinada. 
Hace exactamente diez años. Aquel mayo. Yo estaba embarazada. 

Después de años. Intentos. Y un camino muy duro. Y demasiado largo. Estaba embarazada. Y confinada.

Primero fue la ausencia de resultados negativos. Luego la constatación del positivo en la primera quincena de embarazo. Y ya la prueba sanguínea definitiva. Y con la ecografía. La felicidad. Y el hematoma uterino. Y el tener que quedarme en reposo hasta al menos el segundo trimestre de embarazo. Que no llegó.

Adelgacé mucho. Era incapaz de comer. Las nauseas eran tan tremendas. Que nombrarme la palabra comida o agua, me hacían vomitar.  Así que pasaba el tiempo tumbada. Viendo la tele. Leyendo libros. Y hablándole al interior de mi barriga. Plana. Todavía.

Aquello no duró mucho más. Sólo conseguimos finalizar el primer trimestre y unos días más. 

Después. Mejor obviar el después. Nada de lo que pueda decir se aproximaría nunca. Ni a lo físico, ni a lo mental, ni a lo vivido, ni a lo médico, ni a lo familiar. Nada.

Sólo tuve un apoyo firme. El resto me lo tragué. Todo lo que viví. Aquellos quirófanos. Aquellos goteros. Aquella planta de hospital. Y todo lo demás. La compasión que no quería. La conmiseración demoledora. Los silencios. La pena. El positivismo mal entendido. Nunca tuve en cuenta nada de éso a nadie. Pero absolutamente nadie, me tendió una mano, más allá de las palabras de velatorio educadas. 

Mastiqué silencios mucho tiempo. Lágrimas. Por qués. Yo para mis adentros. Demasiado peso. Demasiado tiempo. Logré purgarlo mucho después. Y hubiera sido tan sencillo. Sólo habiendo pensado un poco más en mí. Y una ayuda profesional. Pero tuve que pensar en los demás. Porque éso me habían enseñado. Y proteger al resto. Y ser valiente. Y fuerte. Así que el peso. Me acompañó muchos años extra.

Dejó de pesar. Cobró sentido. Entendí que no todos estamos hechos para lo mismo. Y que no sé es menos por no ser como los demás. Que la vida se antepone a tus planes de vida. Que desear no es suficiente. Y a veces se desea tanto algo porque se ignora lo demás.

Ya ni pesa. Ni duele.

¿ Qué por qué lo escribo? Porque es un pensamiento que ha venido a mí varias veces, varios días. Y hay que dejarlo volar. Para que no cree nido. Sobre todo, algo que ya está superado.
Me acuerdo estos días. Porque hace diez años. Y me da por pensar. Ni con pena. Ni nostalgia. Ni dolor. Con esa asepsia de. ¿Y cómo sería mi vida ahora si? Y ni puta idea de como sería. Así que es un pensamiento inútil. Y antes de que pese. Que vuele. Libre. 

No son malos los pensamientos. Sólo lo que hagamos con ellos.  Sólo aquellos que nos atan. Así que vuela. Como voló todo aquello. Como volé yo en mil pedazos hace casi diez años. Porque no soy ya la misma. Aunque sea la misma. Vuela. Yo aprendí a volar. Mucho tiempo después de esos hace diez años. Ya tenía alas. Pero la lección más valiosa. Fue quererlas. Y mostrarlas.  Y usarlas. 

A veces escribo cosas. Para no dejar de volar. 

Reflexiones desde el confinamiento II

Fases. 

Da igual que fase marquen. La gente va a seguir haciendo lo que crea pertinente. A unos les atenaza el miedo. Y quieren que los demás vivamos acorde a su miedo. A la mayoría. Se la sopla todo. Y quieren que los demás vivamos las consecuencias de su soplaje. 
A todos hay que entenderlos. Y sin remedio tolerarlos. Porque el ser humano. Al parecer es víctima. De sí mismo.

Estoy cansada. No sé hasta cuando me quedaré en mi propia fase cero. No necesito una terraza abarrotada. No necesito ropa nueva para estrenar. No necesito lo que se supone que he de necesitar. Mi fase vendrá. Cuando pueda pisar la hierba con los pies desnudos. Cuando pueda salir a caminar a la hora que mi organismo me marque. Cuando pueda atravesar un parque todavía cerrado. 
Se me hace complicado. Verle la lógica. A no poder ir hasta el centro dando una vuelta. Pero sí poder llegar allí si es que voy a comprar unos vaqueros. O una barra de labios. Nada que yo necesite. Tengo una afición. Una pasión. Que no he podido hacer en todos estos meses. Porque iba más allá de los kilómetros establecidos. Ni siquiera haciendo deporte. Ahora sí podré ir, si es que voy de tiendas. 
Ayer leía en instagram. Busco nueve amigos para ir a estrenar terrazas. Tengo mono de ir de escaparates y shopping. Y yo con ganas de lago. Césped. Y parques abiertos. Y poder salir. A la hora que me marca mi organismo.

Hoy me duele la cabeza de una forma insoportable. Es un dolor de cabeza que no viene en el vademecum. Porque no es la cabeza quien lo provoca. Me duele cada hueso del cráneo. Como si alguien lo hubiese metido en una prensa. Y al mismo tiempo. Por dentro. Hay un burbujeo. Como si fueran avispas diminutas, en enjambre furioso. Hace que todo vaya borroso. Y más lento. Y duela. Y ese dolor baje por el cuello. Y el cuello a su vez. Tiene otra prensa. Que es como si cortase el riego sanguíneo.  Y duelen los hombros. Y los huesos de las muñecas. Y al llegar a la cintura, he dejado de sentir sensibilidad en mis exremidades inferiores. La garganta es un no parar. Y tengo los labios con pequeños herpes. Más sexi. Más deseable. Imposbible.

Y sin embargo. Ya he perdido la cuenta de las veces que me han propuesto follar. Y sí. Muero por follar en alguna de las fases que están por venir. Sin mascarilla. A ser posible. Con besos. Con polla en la boca. Con risas. Con boca en el coño. Pero me da una pereza terrible. Otra vez. Una conversación que no fluye. Y feeling que no llega. Hay que asumirlo. No sirvo para follar por follar con un desconocido. No sirvo para polvo braga  y hostal. No. A lo mejor soy una inválida sexual. Y yo con tantas ganas. Y tanto furor. Quien sabe.

A lo mejor soy una inválida social. Porque no sirvo para salir corriendo a la normalidad, ni la nueva, ni la vieja. Hace mucho que este mundo no me parece ni medio normal.

No lo sé. Ésto es sólo una página cada vez menos en blanco, donde desparramar los sesos,  de vez en cuando los sexos. Nada de lo expuesto aquí tiene más importancia que el vómito de una borrachera mental. Y después de. El ibuprofeno. El maldito ibuprofeno.

Qué ganas de unas sábanas claras. Frescas. Limpias. Y un sexo sucio. Y un césped recién cortado.  A donde ir el domingo por la mañana, después de pasar todo el fin de semana follando. Seguro que así. No me duele nada. 

viernes, 22 de mayo de 2020

Reflexiones desde el confinamiento I

El sexo está sobrevalorado.
El sexo está infravalorado.
Lo mucho aburre. Y lo poco cansa.
Lo mucho cansa. Y lo poco aburre.
Tal como vienen las ganas. 
Se van. 
Todo aquello que deseas. Puede dejar de apetecerte en un segundo. 
Aunque nada está escrito en el sexo. Hay gente que folla mal. O peor. 
Se puede ser sexual hasta infinito y aparcar el sexo. 
Fuera de la urgencia. La perspectiva se hace más nítida. 
Querer lo que se quiere durante la necesidad. No tiene que ser lo que se quiere en realidad.
La paciencia sólo sirve para aquello que necesita de paciencia. Lo otro es otra cosa.
No entender. No significa no comprender. 
Dar la razón. No significa perderla. 
Morirte de ganas. No significa dar la vida a cualquiera. 
Si esperar es desesperar. Esa espera es una mierda. 
Las palabras siempre serán palabras. Valen la misma mierda que la de arriba. 
Aceptar al otro no debe pasar por dejar de aceptarte a ti mismo.
Necesitar follar. No es lo mismo. Que desear follar.
Que necesiten follarte. No es lo mismo. Que deseen follarte. 
El deseo es mi pilar más importante del sexo.
Sin deseo no funciono.
La reciprocidad es el pilar más importante del deseo.
Si no hay deseo. Si no hay reciprocidad. Pero hay sexo. Es una concesión. Las concesiones no suelen salir bien.
No hace falta amor. Ni estar enamorado. Para que el sexo tenga ese componente que hoy se desprecia. Se deprecia. 
Sin entrega. Sólo hay egoísmo.
Con egoísmo. No es sexo. Es transigir. Transigir también es mierda. 
Si te quedas insatisfecha antes de follar. Imagina después. 
No valorar en el sexo lo mismo que la mayoría. No hace tu sexo peor. 
El sexo es maravilloso. Según con quien.
A veces ni contigo.
Porque a veces no basta contigo.
Pero la pereza es absoluta con nadie más.
El sexo es un círculo vicioso. 
Con o sin vicios.
Un beso es el fuego artificial del sexo.
Si el beso no funciona. Si algo funciona después. Es de milagro. Y perecedero.
Tener ganas de masturbarse no es lo mismo que tener ganas de follar.
Tener ganas de follar no implica tener ganas de masturbarse.
Querer el combo completo de tu súmum del sexo no es una utopía. Es una reafirmación. Y un hartazgo. Un stop a transigir. Conceder. Conformarse. 
Una vez me dijeron un grupo de amigas. En realidad me lo dijeron muchas veces. Los hombres son niños. No dan para más. No esperes ni más. Ni menos. Son básicos. Mi marido. Por ejemplo. Cree que un juguete lo sustituye y anula. Así que tardo poco con él. Y luego uso mi juguete. Luego dijo algo así. Como que era capaz de correrse con la mente en pocos minutos. Y que yo no era tan sexual ya que no tenía ese poder. 
Pues vale. 
No quiero niños. Ni básicos. Ni que no den para más. Quizá busco la aguja en el pajar. Pero para qué pincharme con alfileres que me dejan como estaba.
Hace no mucho tiempo. Creía que moriría. Que no soportaría meses sin follar. Y llegó el confinamiento. La cuarentena. Y antes una decisión personal de parar. Tomar aire. Y ver qué cosas valen la pena. Y ni me  he muerto. Ni ha sido más insoportable que los días que lo han sido. Ni ha pasado nada. 
Bueno. Me he hecho algunas pajas. He reabierto el blog. He pensado. He cerrado mil conversaciones de tinder que no iban a ninguna parte. A mí me han cerrado dos. Porque la que no iba a ninguna parte era yo. Nada importante. 
Imporante son otras cosas

Y sí. Sigo considerando el sexo importantísimo. Mucho. Existe una cuota de pasión dentro de mí que es desbordante. En general. Y en la parte sexual. No podía ser diferente. 
Pero la pasión desmedida y volcada en lo erróneo. Duele.

Y en el sexo. Pues no podía ser diferente. 
Y el sexo no duele. O no debe.
A no ser que te guste una polla de veinticinco centímetros metida a bocajarro por el culo. 
Pero esa es otra historia. Y debe ser contada en otra ocasión.

domingo, 17 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento X

Estoy cachondísima. 

Y ansiosa. Y nerviosa. Y gilipollas. Menuda tontería. Estoy tremendamente cachonda por la anticipación. El preparativo. Y la posibilidad. De acción. 
He estado tomando el sol en el salón. Sólo el torso y la cara. Aunque me daba el sol en el resto del cuerpo. Por encima de la ropa. En shorts. Así que ahora tengo la piel. De fuera. Ardiendo. Y colorada. Y excitada. Me excita mucho el sol sobre mi mi piel. Sobre mi cuerpo. Ese calor. Provoca mi propio calor.
Así que. Si este sol se mantiene. Cabe. La posibilidad. De que pueda tomar el sol desnuda. En la habitación. En las horas que da el sol allí. Cabe. La posibilidad. De que me quepan más cosas. Por fin. Y he hecho unos pequeños preparativos. Como coger mis juguetes. Limpiarlos. Coger toallitas. Coger. También una toalla. Y dejarlo todo junto a la mesita. Y me he seguido excitando  mientras. La verdad es que tengo dolor de ovarios. Y una humedad extra.  Por la ovulación. Sólo pensar. En que al menos. Voy a poder intentar. Masturbarme. En que. En unas horas. Abriré la cama. La colocaré bien. Frente a la ventana. Me desnudaré. Menos la camiseta. Que se quedará hasta que ya no pueda más. Me desnudaré. Bajo el sol. Y cuando mi piel comience a tensarse. Abriré las piernas. Y me dará de pleno. El sol. Ahí. Me arderá el coño.  Por dentro. Y por fuera. Y tendré preparados.  Mis dedos. Mi vibrador. Sin vibrar. Mi dildo enorme. Y un par de complementos caseros. Y cerraré los ojos. Y me follaré. Con tiempo. Con calor. Con ganas. Acumuladas. Muy acumuladas. Demasiado acumuladas. Y usaré todo lo que tengo en el móvil. Y buscaré. Todavía un poco más. Y probaré. Intentaré. A ver si llega la explosión. El big bang. Necesaria. Para reventar. Nuevecita. Y brotar. Una vida nueva. 

Joder. Estoy cachonda. Excitada. Cachondísima. Mojada en extremo. Caliente. Ardiente. Y desatada. 

Estoy de sa ta dí si ma.

Gritos desde el confinamiento IX

Frustración. Nivel resignación. 
Me he pasado la noche soñando que me masturbaba. En lugares varios. Y situaciones peregrinas. Yo sentía ganas. Y allí donde estuviera. Abría mi coño con una mano. Dejaba brillante, tensa y tersa, la zona del pubis. Donde está el clítoris. Y libre. Y con la otra. Empezaba a a desarrollar círculos furiosos. Mientras me empapaba el dedo.  Presionaba el botoncito duro. Y acariciaba arriba y abajo la zona. Me desollaba frenética. Hasta que algo sucedía. El sueño cambiaba. Y me quedaba a medias. Yo dormida. Y a medias. Lo sueños se han intercambiado. Desarrollado. Entremezclado. Como en una resaca delirante. Y mientras. Yo dormida. Y a medias. Me he despertado varias veces. De noche. Con ansiedad. He vuelto a dormirme. Y soñar. Y entre cada sueño. Había pequeños sueños recurrentes. Y cíclicos. Sobre mí. Abriéndome los labios. Del coño. Y pajeándome con furia. Así. Hasta las ocho y media. De esta mañana. Cuando me he bajado el pantalón del pijama. Las bragas. He abierto las piernas. Y cubierto mi cuerpo hasta la cabeza. Con la sábana. He suspirado por debajo. Y he abierto. También. Mis labios. De mi coño. Y he tocado mi clítoris. Creí que me daba algo. Y he comenzado a masturbarme. Con furia. Con ganas. Desesperada. Luego más suave. Llenando mis dedos de flujo. Me he subido la parte de arriba del pijama. Para dejar libres mis tetas. E ir pellizcando a cada tanto. Mis pezones. Duros como piedras. Hinchados como canicas. Suaves. Como la seda. Y he estado ahí. Un buen rato. He cogido el teléfono. He desactivado el modo avión. Y mirado algunas fotos. Estimulantes. He querido comprobar. Si había. Algún. Mensaje. Foto. Nueva. No. Algún. Interés. Renovado. No. Alguien que me desease al otro lado. No. Así que he vuelto a dejar el teléfono. No ayudaba. No existía ese algo tan potente que suele ayudarme. Tampoco debería haberlo. Hace dos días. Quisieron mandarme. Archivos. Sexis. Y no me apeteció. Ultimamente. No me estimula la urgencia del de enfrente. Así que dejé el móvil. Pero dejé la pantalla activa. Tenía ganas de una luz. De verme en penumbra. Tocándome. Furiosa. Gozando. De grabarme. Quizá. Pero han comenzado a escucharse. Ruidos de vida en casa. Unas ollas. Una cisterna. Y se ha ido todo al carajo. Y me he subido las bragas. Y el pantalón. Y mi nivel de frustración. Mezclado. Con. Resignación. Al menos hace sol. Espero que se mantenga. Que brille con fuerza. Como mi coño. Para poder. En la sobremesa. Encerrarme. Bloquear la puerta. Abrir la ventana. Desnudarme. Y tomar el sol. Mientras abro mi coño. A los rayos calientes. Mientras dejo escapar. Mi flujo libre. Mientras presiono. Mi clítoris con furia. Y pueda. Por fin. Explotar. De una puta. Vez. 

sábado, 16 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento VIII

Parte del encanto de este blog. Desde que he vuelto a abrirlo. Es pensar. Que nadie me lee. O quizá alguien al azar. Que lo ha encontrado en algún lugar de internet. Puede que algún comentarista del pasado. De hecho he recibido un comentario. Pero ni sé si ha llegado a leer algo más allá de unas líneas.  Y éso está bien. Hoy día las redes sociales saturan. Todo es una lucha. De votos. De comentarios. De likes. De presencia. De subir escaños. De ser importante para un puñado de seguidores. Todo es una reafirmación constante de dejar una opinión. Sea la que sea. Y sea. Como sea. Hoy mismo. Me dolía de un fallecimiento. En un lugar menos público. De una aplicación. Pero accesible. Y abierta. Igualmente. Alguien vino a decirme. Que el señor en cuestión le daba asco. Y sí. Las redes son éso. Frases innecesarias, gratuitas y fuera de lugar,  porque todos no es que tengamos derecho a opinar, al parecer es practicamente obligatorio. Puede que yo antes pecase mucho de éso. Pero ahí está el encanto. Evolución. Creo que le dicen. No estoy segura. En realidad estoy poco segura de un millón de cosas. De casi todas. Realmente. Sólo me gustaría estar segura de mí. Y ya. Así. Que presa de ese encanto. De la invisibilidad. Vengo. Me desnudo. Y luego me voy. Ojalá pudiera hacer éso en camas ajenas. Sería todo. Mucho más fácil. Pero no todos servimos para las mismas cosas. Y éso también es parte del encanto. Aunque el encanto a veces duela. Porque a veces insistimos en dolernos sin necesidad. Sería genial. Sacar un pie fuera del tiesto. Dejarse llevar. Y luego no tener contrapartida alguna. Al menos por parte de uno mismo. De una misma. Mira. Éste me gusta. Mira. Le intereso de alguna manera. Follemos. Pasemos un rato. Unas horas. Y luego. Olvida. No tengo esa capacidad. No disfruto de ese tipo de sexo. Tampoco soy capaz de desligar por completo el sexo de cualquier otra parte de mi cerebro. Éso no tiene ningún encanto. A veces me pregunto. Si estoy hecha para el disfrute. Por qué cojones tengo otra parte de la balanza que no me deja disfrutar sin más. Creo que no podré contestarla nunca. El caso es que tengo unas ganas terribles de follar. Mucho más que de masturbarme. Y mira que tengo ganas. Unas ganas insoportables. Aunque se soporten. Porque al fin y al cabo todo se soporta en esta vida. Son ya varios meses. Y la cifra no es importante. Sí la gana acumulada. Y el coño insoportable. Protestando. Y dando guerra. Méteme algo. Méteme algo. Lo que sea. Pero yo no valgo para lo que sea. Tampoco es que quiera valer. Simplemente me gustaría. Estar plena con lo que venga. Y ya. Plenitud con todo aquello que decida. Haga. O suceda. Una vez que das un paso. Ya está hecho. No se puede cambiar. Mejor plena. Que vacía. De vacíos tengo el pasado. Y todavía el presente llenos. Y el coño. Vacío. Y tengo un coño precioso. O eso dicen. Y qué carajo. A mí también me lo parece. Tengo un coño precioso. Bien bonito. Bien dulce. Y salado. Bien suave.  Y jugoso. Y bien húmedo. Y apasionante. Y apasionado. Y siempre con ganas. Es parte del encanto. Y me apetece jugar. Follar. Picardear. Tontear. Dejarme llevar. Dejarme ir. Gozar. Gozar. Gozar. Alguien con encanto. Estaría bien. Habrá que esperar un poco más. Y apretarse otro poco más. Las bragas. 

Gritos desde el confinamiento VII

Me ha cogido el frío en mi deporte. Hacía muchísimo aire gélido. Y a la vuelta. Sol. He sudado a chorros de nuevo. La ropa ha llegado para escurrir y lavar. He vuelto a ver mallas. Culitos. Paquetillos. Y otras golosinas. Pero me he destemplado. He cogido frío. Mucho frío. Fría por fuera. Ardiente por dentro. Piel de gallina por fuera. Piel jugosa y húmeda por dentro. Tiritando por fuera. Temblando por dentro. Tengo las manos heladas. Y los pechos ardiendo. No sé que se rompería antes al tocarse. Tengo sueño. Y ganas de dormir. Y la frente un poco caliente. Y el coño un poco. Más caliente. Quiero un vaso de cacao. También caliente. Y un abrazo cálido. Y unos labios calientes. Y una polla ardiendo. Y una mantita. Y unas manos debajo de mi jersey. Dándome friegas. Masajes. Y caricias. Quiero mis ojos cerrados. Y mis piernas abiertas. Me gustaría. Calmar este enfriamiento. Con triple dosis de calor. De unas manos sólo para mí. Recreándose en mis pliegues. En mis curvas. Entre mis muslos. De unos labios. Sólo para mí. Succionando mi clítoris. Lamiendo mis jugos. Chupando el interior de mi coño. Saboreando mi vulva. Mi pulpa. Estaría bien. Medicina alternativa. Y la polla. Ya. Para otro día. Cuando pueda chupar bien. Ahora. Necesito recogerme. Y taparme. Pero estaría bien. Debajo de la manta. Un tremendo destape. Y escape. Y gemir.

viernes, 15 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento VI

Y a pesar de todo. Los días se están tornando tranquilos. Tranquila la mente. Tranquilo el vivir. El andar. Todo comienza a encajar. Y casi todo. Comienza. A dejar. De tener importancia. Creo que hay tres cosas. Que han. Comenzado. A ser. Mi. Ohm. Particular. 
Mente tranquila. Teclas tranquilas. Dedos tranquilos. Aunque el ahí abajo. Casi todo esté revuelto. Y enredado. E impaciente.  Mente tranquila. Hormonas sin paciencia. Encaje de bolillos. Quimicefa personal. Y se cuela el aire por la ventana. Y hoy no ha sucedido nada. Más que lo tenía que suceder. Y está bien. Y ahora me sucedería yo. O querría. Que me sucedieran. Ya sucederé. Ya sucederá. Multiplicado por. Gracias. Está sucediendo. Y ahora me tumbaría. Con mi mente. Con mis hormonas. Con mi piel. Y me dejaría llevar. Arrastrar. Piel adentro. Todo piel. Hasta no hacer pie. Desnuda. En horizontal. Flotando. Y piel. Sobre piel. Piel sobre mis tetas. Circulos alrededor de mis aureolas. Piel sobre mi ombligo. En caída libre. Hacia el vello suave. Y escaso. De mi pubis. Abriendo lentamente mis labios. Piel sobre mi clítoris. Hinchado. Picudo. Punzante. Latente. Lleno. Y de color morado. Casi. Para gemir bajito. Suspirar. Susurrar. Gritar como en silencio. Piel dentro. Del agujero. De entre mis piernas. De mi coño. De mi vagina. De mi calidez. De mi humedad sigilosa. Y tranquila. Piel. Suave. Entrando. Y saliendo. Explorando y jugando. Piel. Entre mis muslos. Sobre mis muslos. Contra mis muslos. Piel. Tengo la piel de gallina. Y éso. Que no va a suceder. Pero no importa. Al menos no. Demasiado. Creo que no soy especial. Aunque a veces. Así me siento. O sí lo soy. De alguna manera. Esa que me hace distinta. No lo sé. A veces. Esos a veces. Creo que me voy a romper. A morir. A naufragar. Porque no llega. Lo que necesito que llegue. Y mientras no llega. No voy a morirme. Ni me voy a ahogar. Aunque se ahogue. Esa parte de mí. Que quiere vibrar. Porque he venido al mundo. Con una intensidad arrolladora. Demoledora a a veces. Destructiva incluso. Porque la pasión me define. Y esa sexualidad. Extraña. Que no sabe. Como encajar. Como encajarse. Pero que es. Que está. Y que me devora. Abra las piernas. O las cierre. Con días tranquilos. También. Con la mente tranquila. Pues también. Tengo tranquilidad absoluta. Menos en la punta de mi coño. Ahí. Ahora mismo. A mil por hora. Duele. Y late. Y aulla. Y se moja. Y no va a ser. Y no va a ser. Porque ya será. Y ahí. Bueno. Ahí. Quien sabe. Ojalá pudiera masturbarme. Y tener un coño tranquilo. Al menos. Un par de horas. Ya será. Con las manos que sean. Y con suerte. Alguna polla interesante. Que me folle la mente. La tranquilidad. Y un poco el culo. Pronto. 

Gritos desde el confinamiento V

No es justo. O sí. Es una forma de hablar. He vuelto de hacer deporte. Sudada. Tan sudada. Que mis bragas han creído que me había meado. Sudadísima. He vuelto. De un trayecto. De mi trayecto. Diario. De mis nueve. Kilómetros. En mi horario prescrito. En el que puedo hacer. Deporte. En este. Confinamiento. Que me ha vuelto. Una maldita. Vieja verde. Con su sonrisa. Su superpoder. Tras la mascarilla. Y no miro. Y no giro la cabeza. Y no miro. Pero veo. Chicos altos. Bajos. Fibrados. Gorditos. Con barba. Sin barba. Con diadema. Con gorrito. Con ropa de runner. Con ropa de chándal. Con mallas. Con short. Con culitos. Con muslazos. Con paquetes. Con bocas. Con sudor. Con ojos. Con piel. Al aire. Y yo si ya. Sudo. Todavía. Sudo más. Y se me ponen los pezones. De punta. Bajo la sudadera. Y suspiro. Y miro al aire. Y miro al cielo. Y miro a las nubes. Y siento un calambre entre las ingles. Y noto. Sudor. Y noto flujo. Entre los pliegues. De los labios de mi pubis. Primavera. Calor. Deporte. Confinamiento. Hormonas juveniles. Porque tengo ese don. Putas hormonas juveniles. Siempre. Preovulando. Sol. Shorts. Piernas. Culos. Barbas. Flequillos. Calvas. Paquetes. Uf. Uf. Uf. Dios de mi vida. Me van a reventar las tetas. Mientras canto tras la mascarilla. Esa música del spotify que me pone las pilas. Mientras apuro el paso. Mientras bato. Mis grandes. Pequeñas. Marcas. Personales. Mientras me cruzo con todos los paquetes del mundo. Mientras me dan calambres. Mientras me palpita la sangre. Los pechos. Las ganas. Y el coño. Mmmmmmmmmmmm. Uf. Uf. Uf. Y me imagino. Acercándome. A cualquiera de ellos. Al azar. Y decirle. Tras mi mascarilla. Venga. Dejémoslo todo. Hagamos esa locura. Vamos a tu casa a follar. Vamos. Vamos. Vamos. Rómpeme en mi pedazos. Lléname de todo lo que tengas. Y hazme vibrar. Empótrame. Saciame. Follame. Follame. Follame. Sí. Por amor de dios. Vamos. A follar. Y ya han pasado cinco. Seis. Siete. Ocho. Kilómetros. Y yo sigo. Y ya voy llegando a casa. Y me espera una ducha que no puedo usar. Una toalla que no me va a acariciar. Una ropa mojada. Un coño mojado. Y unas ganas secas. De tanto. Tanto. Pero tanto Y tanto desear. 

jueves, 14 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento IV

Fase 0. Fase cachonda. Fase y si soy gilipollas. Fase. Hay un montón de peña que se ha pasado por el forro el confinamiento. Y han quedado para follar. En casa de uno de los dos. Me llegan proposiciones. Por docenas. Y por docenas. Me aguanto las ganas. Si tuviera pelotas. No me cabrían en las manos. De lo llenas que las tengo. Quiero mi Fase infinita. Quiero mi noche. Mi fin de semana. Quiero besos. Besos. Besos. Toda mi espalda. Cubierta de besos. Toda mi boca. Llena de besos. Porque igual que cabe una polla. Caben los besos. Es mi noche. Es mi juego.  Y así lo quiero. Es mi fantasía. No quiero sueños porno. Porno soy yo. Porno es mi cabeza. No me hace falta nada comercial. Quiero besos. Quiero caricias. Quiero sexo oral. Quiero hacer sexo oral. Quiero que me comas el coño. Quiero comerte la polla. Quiero reirme cuando juegas con mi culo. Quiero sonrojarme. Cuando juego con tu culo. Quiero lamerte los huevos. Quiero tu lengua en mi clítoris. Horas. Y horas. Quiero risas. Y charlas entre medias. Quiero que me tapes la boca para que deje de hablar. Quiero jadear. Quiero gritar. Quiero susurrar. Quiero suplicar. Quiero mandar. Quiero que me la metas por el culo a cuatro patas. Quiero montarte y ver tu cara de placer. Quiero un juguete a medias. Quiero tres juguetes en el cuarto. Quiero tus manos por todas partes. Quiero tu lengua por más partes todavía. No quiero excusas. No quiero frustración. No quiero será la próxima vez. Quiero entrega. Quiero compromiso. Quiero todo. Durante esas horas. No soy. No valgo.  Para medias tintas. No soy. No valgo. Para medios polvos. Ya los he tenido. Y ha sido como fumarse un cigarro. Y yo no fumo. Quiero sexo. Quiero follar. Quiero colores. Quiero blanco. Quiero negro. Quiero tus dedos dentro de mi vagina. Quiero tus dedos pringados de mí. Quiero tus dedos empapados. Y que te los lleves a la lengua. Y los chupes. Quiero que te masturbes sobre mí. Mientras yo te miro excitada. Y te corras en mi pubis. En mis tetas. Y luego lo lamas. Frenético. Para luego empotrarme tus dedos. Tu polla. Y reventarme contra el cabecero. Quiero suavidad. Dulzura. Y el reino del que soy reina. Quiero suciedad. Quiero locura. Y el manicomio sexual. Del que soy princesa. Quiero sudor. Quiero extremidades revueltas. Quiero caer rendida en la almohada. Y medio dormir. O no . Y un abrazo. O un cogerme. O lo que sea. Contacto. Con tacto. Hasta que se termine la ternura. Y alguno de los dos no pueda más. Y asalte al otro en excitación nocturna. Fingir el sueño. Fingir un despertar. O no. Y morirnos en un polvo fugaz. Extremo. Oscuro. Y ardiente. Hasta dormitar. Hasta violarnos al despertarnos. Desayunarnos. Devorarnos. Con tu polla dura de amanecer. Y mi coño inundado de despertar. Quiero morirme de agujetas al día siguiente. Y recordar de forma tan real. Esa follada. Que no desee más que tú. Quieras volver a repetir. Que yo. Quiera. Volver a repetir. Quiero joder. Ser jodida. Y no estar jodida. Quiero mi cuento de hadas. Mi cuento de pollas. Mi cuento de coños. Mi cuento de orgasmos. Mi cuento de sin cuentos. Quiero mi fase un millón. Con su millón de minutos. Vibrando de placer. Quiero. Que me confines. Porque no puedes desearme más. Quiero que me susurres al oído. Cuanto te gusto. Lo bien que follo. El morbo que te provoco. Y que me follarías siempre que pudieras. Que te dejarías follar por mí. Todas esas veces. Más una. Mientras noto tu aliento en mi oreja. Y tu polla dura. Muy dura. Rozando mi muslo. Quiero esa polla en mis manos. Quiero mi fase polla. Quiero tu fase coño. Quiero que parezca que me voy a morir. De gusto. Al menos. Una puta vez. Y no. No quiero un al menos. Quiero más. Quiero ser yo. Quiero poder ser yo. Quiero quererme. Quiero poder decir. Sí. Joder. Sí. Qué jodido gusto. Me ha encantado. Me voy putamente llena. Quiero. Pasar de fase. Quiero. Quiero. Y quiero. 
Follemos.


Gritos desde el confinamiento III

Llueve. Llueve. Llueve. Lleva. Lloviendo. Toda la noche. Y. Se me conjugan. El dolor de artrosis. Con mi dolor de coño. Y se conjugan. La humedad de fuera. Con la humedad de dentro. Dentro. Dentro. Dentro. De mí. Profundidad. Húmeda. Humedísima. Suave. Jugosa. Carnosa. Suave. Densa. Prieta. Un ratito más. Hoy no puedo salir a correr. Un ratito más. Un dedito más. Aparto la parte de las braguitas. Rosas. Que tapan. Eso. Y el contacto con el aire. Me pone más. Más. Cachonda. Un ratito más. Un dedito más. Juego. Juegos circulares. Juegos de caricias. Suaves. De presiones. Leves. Juegos de manos. Furtivas. Bajo la oscuridad. Bajo unas sabanas. Que mitigan. Jadeos. Agudos. Y bajitos. Un dedito más. Un ratito más. Llueve. Bajo las sábanas. Entre las bragas. Sobre el culillo. Inundo.  El índice. Y el corazón. Y el anular. Prietito el coño. Prietita su carne. Húmeda. Mojada. Palpita. Más fuerte. Más fuerte. Jugando a follar. Lloviendo a follar. Gimiendo a follar. Quiero algo dentro de mi culo.  Y otro algo más dentro de mi boca. Y unas manos en mis pezones. Y unos dientes en mi clavícula. Se laxan. Las paredes de mi coño. Caben cuatro dedos y cabría media polla, más. Aún. Aprieto. Relajo. Aprieto. Relajo. Quiero algo dentro de mi culo. Y una boca en mis tetas. Llueve. LLueve. Llueve. Voy a la ducha. Lloverá todo el día. Y mi coño. También.


miércoles, 13 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento II

Ojalá estas teclas. Fueran. Mi coño. Mi pubis. Mi culo. Y estos dedos. Con las yemas. Dentro. Se me van a romper. Los dedos. El coño. El pubis. El culo. Vacíos. Y me bajo el short. Y me bajo las bragas. Y me bajo. Los labios hacia el escote. Y me abro. Los labios. En el sofá. Y me abro. De piernas. Contra los cojines. Y me abro el culo. Con el meñique. Y mojo. Todo lo que es tela a mi alrededor. Y mojo. Los labios. Los dedos. El coño. Incluso. El culo. Y quiero gemir. Y no puedo. Y quiero encender. Mi juguete. Rosa. Y no puedo. Y quiero seguir. Y no puedo. Y quiero cerrar los ojos. Y penetrarme. Dedo a dedo. Toda la noche. Varias veces. Quiero mojar. Y mojar. También. La cama. Quiero pellizcar. Mi clítoris. Hasta borrarme. Los dedos. Y las ganas. Quiero sentir mi vello rasurado. Y bajar un poco más. Y meter. Dos. Tres. Cuatro. El puño entero. Y dejar mi  mano. Viscosa. Y con la otra. Coger. El dildo. Apretar la velocidad número dos. Y meter. Me. Lo. En el culo. Húmedo. De coño. Recién. Penetrado. Por mí. Y quiero. Pellizcarme. Los pezones. Y quiero. Sacar la lengua. Jadear. Hacer gestos obscenos. Imaginar. Usar. Compañía. Subir el volumen al máximo. Y dejarme ir. Entregarme al morbo. Follarme. Mirando al techo. Con dos de mis agujeros. Llenos. Y el de la boca. Temblando. Mientras comienzo a temblar. Y mientras tiemblo. Aprieto las piernas. Y sujeto el orgasmo. Un poquito más. Va a ser una noche muy larga. Ésta. Y la otra. Y las que vienen. Hasta que llegue la noche más larga. Y pueda follarme. A tres velocidades. Y dos agujeros. Hasta que llegue. La noche más larga de toda. Y puedan follarme. Sin velocidad. Y todos los agujeros. Ahora me espera la cama. Y unas bragas secas. Que dentro de diez minutos. Volverán a estar empapadas. 


Gritos desde el confinamiento I

Desde el futuro. Siento sensaciones del pasado. Sensaciones. Intensas. Densas. Tensas. Insoportables. Que precisan. De una puerta. De una ventana. De un resquicio. De un aire. De un grito. Para salir. Ahora que yo ya puedo salir un poco. Cuando entro. Nunca estoy sola. Es otro encierro. El encierro de la piel. Que me urge. Y que me estalla. Seca. Ella. Mientras yo resbalo. Como mi coño. Resbaladizo. En cascada vertiginosa. Y mis bragas. Para tirar. Y mis manos. Para amputar. Y mi clítoris. Para reventar. Y mis ganas. Que se van a morir. En mitad del ombligo. Y mis tetas. Que se van a pudrir. En la punta del pezón. 

Tengo ganas. Un millón de ganas. Tengo ganas. Todas las ganas. Tengo ganas. Y más ganas. De explotar. Y más ganas todavía. De tres horas. De placer. Hasta la explosión. Tengo. Tantas. Ganas. Que saldría desnuda.  A la ventana. Al sol. Al aire que se mueve. Al calor. Al vendaval. Y gritar. ¡¡ Follame!! ¡¡ Folladme!! Y matar. Estas ganas. Matar este coño. Matar estas tetas. Matar al amante. Matarme a mí. Y volver a morir cuatrocientas veces. En una tarde. Una noche. Y diez semanas seguidas. De confinamiento. Follador. De estado de alarma de la piel. De mis lunares. De mis venas. De mis labios. De mi lengua. Y agua para beber. Y tu polla para comer. Y sábanas limpias. Y tu mente sucia. Y un colchón resistente. Y resistentes tus ganas. Tu millón de ganas. Todas tus ganas. De explotar. Conmigo. De follarme. De beberme. De reventarme. De cuarentena. De cuarenta. Horas. Sin parar. Hasta quedarnos sin aire. Sin piel. Sin colchón. Sin vergüenza. Sin fluidos. Sin ventanas. Sin colchón. Y volver. A mirarnos. Al terminar. Y decidir. Que para lo que hay fuera. Todavía. Podemos. Volver. A follar. Una vez. Más. Y que reviente. Todo aquello. Que tenga que reventar.