jueves, 5 de julio de 2018

La vida no es una película porno.


Por más que os empeñéis.
La vida no es una película porno. El sexo no es una película porno. Follar no es una película porno. Tú mismo no eres una película porno. El morbo, no es, ni de coña, una película porno. 

Y todo ésto lo digo desde mi boca porno. Desde mis gritos porno. Desde mis gemidos porno. Desde mi coño porno. Porque he visto porno desde muy pequeña. Desde los once. O doce. Cuando comencé a masturbarme. Cuando en casa había vhs. Y tres películas. Y había que dejar los numeritos del vídeo en el lugar correcto. No fuese que te fuesen. A pillar. Cuando en casa de mis abuelos. En la antigua habitación de. Había una fotonovela. A todo color. Con aquellas fotos. Y aquel texto. Y yo me masturbaba con ellos. Tan porno todo. Tan porno. Que acogí mi manera de masturbarme como algo porno. Durante años de mi adolescencia. Me masturbé de todas las maneras posibles. Los espejos se hicieron algo fijo entonces. Y el disfraz. Y la teatralidad. Y la gestualidad. Y los complementos. Después de perder la virginidad con aquel novio. De veintidós centímetros de polla. Tan porno él. Tan sexual. Después de tres años follando como se folla pornográficamente. Volví a la masturbación. Y los complementos ya eran penetrantes. La locura. Se desató. Todo tan porno. Qué pajas más porno. Qué yo más porno. Tan porno todo. 

Sigo siendo porno. Parece que no. Pero la cultura del porno imprime demasiado. Condiciona demasiado. Impregna demasiado. Nuestra forma de follar. No sé cuando dejé de consumir porno. Hace ya bastante tiempo. No fue una decisión. Es de ese tipo de cosas. Que conforman una especie de etapa en tu vida. Y sin quererlo. Pasas a otra etapa de forma inconsciente. Pero por algún tipo de motivo. Que no tiene demasiada explicación. Ya no veo porno. Aunque sigo siendo porno. Cosa que me jode bastante. Y que por otro lado no me jode absolutamente nada. Follo como follo. Por como he aprendido a follarme a mí misma. Primero. Y por como. He aprendido a follarme a los demás. Después. Soy la más importante en esa ecuación. Aunque luego me encante. El placer del otro. En la misma instancia, o incluso mayor. Que el mío. No se trata de éso. Soy de rol tirante hacia la sumisión. Pero altamente participativa. Hace tiempo que sé. Que las pollas son mis amigas. Así que me encantan. Sí. Abiertamente una mujer. Puede decir. Me encantan las pollas. Disfruto comiendo una polla. Disfruto averiguando las terminaciones nerviosas de una polla. Disfruto recorriendo con las yemas de mis dedos una polla. Disfruto jugando con el placer de una polla. Me pone como una moto un hombre expresivo disfrutando a tope mientras yo disfruto con su polla. Y éso ya no sé si es porno. Pero el morbo, no es porno.


La piel, no es porno. 
Mi cara sí es porno. No puedo evitarlo. 
Cuando guiño el ojo. No es porno. 
Cuando te la chupo. No es porno.
Mis gemidos. Son porno. No puedo evitarlos. 
Mis gritos. Son porno. Tampoco puedo evitarlos. 
He convivido tantos años con el porno. Que hay cosas que ya forman parte de. Otras. He llegado a aborrecerlas. Entre ellas. Esa visión de un montón de hombres. Que quieren follarte en lugares muy incómodos porque da morbo. Ja. Éso es porno. Y además incómodo. Ponme cachonda en un probador. Pero fóllame comodamente. Qué cojones. Mi placer cuenta. Y mi placer no es el placer que tú tienes en tu cabeza. Es el mío propio. Un placer del que tú no tienes ni idea. Y no. No me gusta que me monten en un probador. Quiero una cama. Una alfombra. Un sofá. Y llegar yo. Y llegar tú. A los sitios adecuados. Quiero mi placer. Y sé dónde está. En qué lugares. Y como estimularlos. Yo te lo cuento. No te preocupes. Tengo lengua. Para muchas más cosas que chuparte la polla maravillosamente bien. Y éso no me lo ha enseñado el porno. Ha sido la ausencia de porno. El porno me enseñó, a que la polla era una obligación en intercambio. Yo aprendí. Cuando dejé el porno. Que las pollas son magníficas, seres independientes y fantásticos. Que comerse una polla, es algo estupendo. Y no hace falta atragantarse. Y no es un peaje. Y puedes ser sumisa. Y ser tremendamente activa. Y pudes tener, o poner. Una cara muy porno. Y no follar porno. Porque yo soy el morbo. Y mi piel es el morbo. Y mis ojos son el morbo. Y mi forma de follar es el morbo. No una puta película porno. 
No quiero otro hombre. Que me diga. Soy bueno en la cama. Como el coño que te mueres. Te prometo un orgasmo. Te prometo mil orgasmos. Soy salvaje. Soy morboso. Soy... Bah. Yo no digo nada. Luego llego a la cama. Y apenas ningún hombre, sabe darme lo que necesito. Me bajo las bragas, para polvos de una hora. Muy pornos. Nada salvajes. Con comidas de coño muy pobres. Sin comidas de coño. Y el morbo. En su puta cabeza. En su puta película porno. Y en la cama. Yo esperando. Gritar como una loca durante horas. Y no sucede. Y de mis orgasmos.... Pues seré muy rara. Pero son escasos. Y nada típicos. Ni tópicos. Y son a mi manera. Y se consiguen como se consiguen. Y es que no soy una película porno. Soy una mujer. Con la piel morbosa. Y la cara morbosa. Y un coño que no sale en los films pornográficos. La pornografía no os ha enseñado a ninguno como funciona mi coño. Y mi mente. ¿ Quieres darme un orgasmo?. Mírame a mí. Y no a tu puta película porno de tu puta cabeza en la punta de tu polla. Gracias.