jueves, 28 de noviembre de 2013

Calor artificial



Acabo de llegar del solarium. Sí, sí, ya sé, pero es que hay bonos regalo que los carga el diablo. Vengo con la piel enardecida y relajada.

Desafiando al frío, actuando como una puta cabra, una cierra la puerta del habitáculo y se desnuda. Se despoja del cómodo texil y se cubre de pelaje de ave, la moneda en la ranura, calcetines en los pies, gafas homologadas en la vista y se introduce el cuerpecito tembloroso en el estruendo del encendido de la cabina. 

Se hace la luz y un calor desértico comienza a cubrir la suave piel. De puntillas, el culo en pompa, la barbilla tensa para que los rayos penetren en cada recoveco sin dejar lugar a marcas blanquecinas. Manos arriba y asidas a las barras de seguridad, ojos cerrados evitando cualquier peligro de ceguera secundaria, la boca seca y las axilas sudorosas, los pezones calientes y erguidos apuntando ferreamente hacia el norte. Y ese calor que se va haciendo más denso, cala los poros, te tira del pelo, envuelve tus sentidos... comienza a revolverte el principio del deseo.

Inevitable. Me acaricio. Lamo con los dedos mis pechos, los oprimo, los bendigo, los alimento. No hay tiempo ni ganas para muslos, cintura y nalgas, voy directa al grano y de paso al coño. Se hace jugo entre mi mano, lo pervierto, lo penetro, lo humillo, lo magreo.  Maravillosa paja ya de cuclillas en el suelo. 

Estalla el orgasmo justo cuando se apaga la luz. Adoro ser tan oportuna.Quedarse a medias no hubiese sido una opción.

Me visto, ultimo la bufanda, y le digo hasta luego al encargado. Responde sin hacerme caso. Claro, somos tantas, no me conoce. Pobre... no sabe que hemos estado a punto de hacernos inolvidables.


martes, 26 de noviembre de 2013

Hago aguas.


No hay mejor manera de echar a perder unas bragas, que estar ovulando y comenzar a recibir mensajes con flashes de un pasado imaginado, que va alimentando el pubis de recuerdos muy cachondos.

Receptiva al deseo pasado por cuchillo, altiva en el deseo de la brutal sinceridad, despojada de sutilezas vueltas puro estorbo, y ansiosa por vomitar lo nunca dicho. El aire es para volar, no para colgar indirectas que caerán muertas como pájaros fríos e incumplidos al terminar el invierno. Es mejor abrir la boca y que te atragante una polla traidora y violenta, que morir entre retortijones de silencios comida por el cáncer de la muda respetabilidad.

Así, con todas las palabras sobre la mesa, con cada letra mamándome un pezón, con cada línea híncandose en mi coño, y esos puntos y aparte lamiéndome el clítoris. Todo en minúsculas, llevando mis humores, mis esencias, mis húmedos despojos hasta la locura más mayúscula.

Cierro la conversación completamente abierta. Mojada, sucia, espesa, densa, licuada y desparramada por entre el  algodón de esta lencería de andar por casa completamente empapada.
Bragas pastosas y descompuestas en el cesto de la colada, litros y kilos de flujo a la carrera por mis muslos desaguando en los tobillos, el deseo descompuesto e incompleto rebotando en mis entrañas vacías y llorosas. 

Si la tuviese, vendería mi alma porque me  regalases un polvo.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Me escupió algo tan sucio que no podría haberme hecho sentir más hermosa.





Desde que alguien, él, tú, me dijiste que quebrarías mi coño, me sangrarías el culo y ahogarías mi garganta entre tu lefa caliente y espesa; ya no bebo, ni como, ni duermo. Dedico mis noches a aullarle a la luna con mis fauces hambrientas y heridas, desvirgando romanticismos al aire y mendigando cojones ebrios de desamor que descarguen esperma mutilado y sediento en la alberca de la oquedad de mi culo.

El amor quedó en las manos de un loco que deshace sus sesos mientras el olvido le roe el alma desde el intestino grueso. De ahí pende un hilo, un cuarto de estómago y un ventrículo desvencijado y pútrido alimentando una carcasa ajada y frágil, reticiente a  sucumbir. 

No preciso más que ese despojo de víscera y esa masa informe de latidos que caliente mi sangre, que erice mi vello, que ponga en marcha mi piel y mi músculo, que me abra a tijera y cuchillo en canal y puedas penetrar lo que todavía queda de mí. 

Follarme con un grito al techo mientras me desahago entre tus dedos camino del desagüe. Empalarme anónima y perdida con toda la manada de tu polla y de tus huevos. Desgarrarme hasta el desangre mientras tiño el frío azulejo con mi calidez, y muera intensa, dolorida y roja entre tus brazos.

Ahora es cuando deberías morderme ese pezón que nunca has visto, notar su atrevimiento y su dulzura, y abandonarte al canibalismo más profundo con lo que queda de mi carne. 




sábado, 23 de noviembre de 2013

23


Impar. No está mal. Partiendo de que le tengo manía a los pares... 
Como número de seguidores está bastante bien para el poco tiempo que llevo por aquí, si comentasen todos sería fantástico. 
Es una línea de autobús que no he cogido nunca, ni una fecha que haya marcado alguna vez en el calendario.
Fueron los centímetros que me desvirgaron.

 Calzaba yo dieciocho añitos, una sensualidad y sexualidad internas que me desconcertaban, la cabeza llena de pájaros y mi corazón loco por ser la reina del drama. Y como no, apareció él. El chico que jugaba a hacerse el malo, el que decía romper todas las reglas, el que posaba a ser distinto y yo me lo creí a pies juntillas. Me enamoré como una loca. 

Amor de cuento, con sensaciones muy reales bajo mi ropa. Tabues prendidos en los recovecos de mi infancia, clichés ocultos en la esquinita del alma. Y besos, muchos besos. Morreos mojados, húmedos y largos. Un sofá de un día cualquiera que faltamos a clase. Aquella lata de albóndigas del ultramarinos de enfrente.  La olla con el agua hirviendo, el abrelatas oxidado, aquella masa informe y fría. Total. ¿ quien quería comer? Yo tan larga como el sofá y boca abajo. Mis ojos haciéndose los dormidos. Sus manos jugando a averiguar hasta donde podían recorrer. Clic del sujetador. Diez dedos que eran cien acariciando mi espalda. Viajando mis costados. Ganando mis axilas. Coronando mis hombros. El suspiro de mi boca queriendo ser ronquido. No pasa nada, estoy dormida, o él así debería pensarlo. Aunque él y yo sabemos que no lo estoy. Pero haciendo ver que sí, es como si no pasase, como si fuese un sueño. Luego ninguno dirá nada. Mis pechos entre sus manos. Un placer secreto indescriptible. Los pezones duros totalmente a su merced. Culo en pompa. Adiós vaqueros. Su entrepierna contra mí. Y la barrera, el obstáculo, la verguenza, abriendo mis ojos y rompiendo el momento. 

Son pocos meses, le dije. Serás el primero, le dije. No puedo hacerlo, le dije. Él fingió comprender.
 Debe ser una relación estable, me dije. Será el primero, me dije. Ha de ser con el amor de vida, me dje. Yo comencé a no entender.

Días más tarde, semanas más tarde. No recuerdo cuantas. Tampoco importa, mi cabeza maneja recuerdos tan revueltos como intensos. Y aquella lucha de me  contra mí. De aquello que debía ser contra lo que quería hacer. De lo aprendido a lo deseado. Y gané yo.

Aquel otro piso franco. La cama de los abuelos. Una colcha vieja y polvorienta. Mi camiseta interior blanca enmarcando mis pezones. Desnuda de cintura para abajo. Tendida, nerviosa, tensa y ansiosa. Él encima de mí. Lágrima. Sorpresa. Dolor. Sangre. Roce. Besos. Traqueteo. Caricias. Eternidad. 

23cm de carne después, y un segundo y una hora más tarde... dejé de ser virgen. 
Fue dolorosamente placentero y hermoso.

-¿ Estás bien? 
-Sí, estoy bien. Te quiero. Te amo.
-Yo también te quiero. ¿ Y ahora?
-Ahora yo encima, porfi. 

Y se nos hizo de noche.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Aquel...



Nunca lo supo, y jamás lo sabrá. Tampoco importa porque no volveré a verle, pero hay intensidades que son inolvidables.

A treinta centímetros sobre el suelo y por sorpresa, en volandas entre un abrazo inmenso y unos brazos infinitos, con el corazón rebotando en la garganta y un calor repentino estallando entre mis muslos. Un adiós rápido y sin vuelta, la acera gris y gente sin rostro, el cuerpo inmóvil y la mente siguiendo tus pasos. Mis intestinos se habían ido contigo.

Yo los habría acompañado a poco que me hubieses susurrado ven con tu aliento derretido en mis tímpanos, habría hecho aguas toda mi resistencia, y mi deseo iría de tu mano raudo y veloz con tus pasos martilleandome en las ganas de mi vientre. Sin más camino que el silencio, sin más palabras que la urgencia muda. Hasta llegar allí. 

Un allí que he imaginado más de veinte veces, donde el mutismo no se rompía; sólo mi ropa bajo tus ojos y casi mi espalda contra la mesa. Tus manos descubriendo mis pechos y sellando mi boca. Tus labios mordiéndome el cuello y licuándome el alma. Y a un date la vuelta zorra, mi estómago hecho trizas contra el canto del escritorio, el vaquero de improviso en los tobillos, las bragas rotas junto a tus pies, el sonido de tu cremallera vencida  y tu bragueta despierta, y la punta de tu polla caliente y dura rozando mi cachete izquierdo.
La adrenalina me nubla, el deso me ciega, y tu voz me pone el clítoris de punta. ¡ Abre las piernas! 
Coges las riendas de mis hombros, y me penetras. Haces tuyo mi coño prieto, carnoso y húmedo. Carne con carne, sudor con sudor, hambre con hambre. Me muerdo el labio y luego gimo, te pido más. No hace falta rebosas generosidad, y polla, y ganas. Ganas que pellizcan, sudan, se despojan de camisa y a pecho descubierto se pegan a mí. Tu pecho en mi espalda, tus pezones que marcan las embestidas en mi piel, y tus huevos golpeando sin tregua en la parte rasurada de mi pubis. 
Me aprietas, me descarnas, me empalas, me follas. Es increíble la fuerza que un coño puede llegar a soportar. Y las horas. Correrse comienza a ser una opción, o no saldremos de ahí jamás.
Decides que es hora de irte, así que te dejas ir, y para que me vaya contigo, prendes tus dedos entre mis muslos, los atenazas suaves y firmes entre los labios, y masturbas sin contemplaciones mi pubis revuelto y enloquecido. Yo me evaporo en un grito, tú me inundas a grito devuelto. Te follaría mil veces, pequeña.

Y ciertamente me siento pequeña, allí de pié en aquella acera todavía gris, entre el tumulto más gris aún, con las bragas alborotadas y mojadas, y la oportunidad perdida tras aquella esquina que te vió marchar.

martes, 19 de noviembre de 2013

Ansiedad



No, de tenerte en mis brazos no. Ni de que me musites  palabras de amor tampoco. Estoy yo para romanticismos...

La vida es pura ansiedad, desgaste emocional, esfuerzo mental, nervios de punta, esperas, resoluciones inconclusas, y el reloj. Sus manecillas y el tic tac que no paran de clavetear con parches de nada en el cerebro.
Parafarmacia en la mesilla de noche, botiquin de urgencia para no detener mis sueños aunque sean deformes, inyecciones letales a costa de mis venas para poder seguir andando, alcohol diluido en sombras para despertar cada mañana esquivando las sogas que penden del cabecero de la almohada.

Hay días en que la mierda que barriste ayer pasa a ser la misma huella de  heces que dejas hoy. Y hace sol, y el cielo está azul, y las sábanas son tan blancas que te dan ganas de vomitar.

Una vez más hincas las rodillas al suelo, abres los muslos, tensas las bragas, y metes la mano. Emprendes velocidades húmedas y sucias para olvidarte de todo. Anestesias la mente masturbándote el coño. Magreas los pechos deshaciéndolos entre pellizcos indoloros. Aullas al techo. Empalas tu culo con algo romo. Llega el orgasmo. Denso, caliente, translúcido y pútrido. Tras él dos lágrimas.

Fumas un cigarro. Te lavas las manos, y vamos a por el segundo asalto. Queda mucho por lo que llorar. Creo que hoy ésto, va a llevarme todo el día.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Pan de cada día.



Se terminó la levadura cuando todavía no había decidido que tipo de pan iba a hornear.

Jirones de harina por toda la cocina, puñados de masa entre mis manos, el rodillo amenazante sobre la mesa, y tu polla con aliento a alcohol forzándome el culo como cada domingo.

Las lágrimas decidieron por mí. Mañana habrá pan amargo para comer.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuestión de gustos



Sí, lo confieso. Me gustan anchas. Y de gran calado también.

Es cierto. No hay nada como una buena polla gruesa y lo bastante larga como para sentirse más que colmada rebosada. Que no quede ni un centímetro de piel interior sin empalar, empujar y gozar. Follando no deben quedar resquicios, el placer ha de ser tan absoluto como espléndido. Joder siempre tendría que ser un acto generoso donde me llenes de lo mucho que tienes. Sin pudor. Sin ruegos. Sin preguntas. Lo mejor de tener mucho, es compartirlo. 

Y una vez embutida y rellena por tu verga, has de saber, que me siguen gustando anchas y de gran calado. Así que procura no abrir la boca, si no es así. Si tu mente es estrecha y de poco interés... cariño, ya puedes tener un pollón de miedo, que a mi, no me catarás una segunda vez.

martes, 12 de noviembre de 2013

Exprimida




Y cuando parece que ya no puedo  más, aún queda un atisbo de endeble fuerza. 
Me levanto, pongo un pie en el suelo  y me lanzo contra mí misma en una lucha doble contra sencilla.
Por supuesto venzo.
Por supuesto pierdo.
Mientras lamo la victoria y mis heridas retomo mis treguas. Firmo mi paz batallando con los dedos entre mis piernas. Creo que es la quinta vez que me masturbo hoy, comienzo a sentirme exprimida. Sé que tanta paja no va a solucionar nada , pero necesito ganarme aunque sea un rato. Hacerme la guerra, el amor y el llanto, para sentirme libre... aunque sea a ratos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Me calas







Larga, larga, larga, larga.
Y caliente, muy caliente, muy muy caliente.

De ésas que te dejan lacerada y a piel roja, casi morada. De ésas que se te hace impensable e insoportable abandonar, pero debes. De ésas que de tanto  que duelen el  cuerpo, más te alivian por dentro. 
Desnuda la recibo, y desnuda la dejo. 
Acudo encendida, y templada me voy.
Seca un segundo antes, e inmensamente  mojada hasta dos minutos después. Siempre.

Mi vieja amiga. Una vez más nuestro encuentro me finaliza renovada. Tú te apagas, te recoges y lloras esa última gota. Hasta la próxima, hasta mañana, hasta cuando necesite o me haga falta, bendita ducha.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Génesis




El primero se creó a sí misma.
El segundo gozó de sí.
El tercero difundió la palabra.
El cuarto se repartió entre los más necesitados.
El sexto dejó de comulgar con lo preestablecido.
El séptimo se negó a descansar.

Adora su imágen y no tiene semejanza con nadie. Habita en su paraíso particular y está tan buena sola como acompañada. Carne de su propia carne, se ha acostumbrado a sentirse diosa entre lo terrenal.

Amén.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Sábado





Ducha exfoliante. Crema hidratante. Depilarme el bigote. Depilarme las cejas. Depilarme el culo. Limar las dos uñas que se me rompieron ayer. Reventarme este grano premenstrual. Tomar el voltaren. Poner el lavavajillas. Hacer la cama. Ventilar la casa. Ventilarme yo. Ventilarme a alguien. Estrenar el vestidito de algodón. Una caña. Quizá dos. Los pinchos justos, me está engordando el culo. Charlas. Paseo. Decir no a las adoradas castañas indigestas. Cotillear algún escaparate. La Visa ni tocarla. Volver. No me gusta la noche temprana y helada en esta horrible ciudad. Mi sofá. Dos o tres libros. Cuatro párrafos. Una partida al mezcladitos. Tirar de facebook. Cerrar las persianas. Vetar al frío. Encender la tele. No encender las luces. Una ensalada fresca. Dos pares de calcetines. Zapatillas. Una paja aburrida. Ducha caliente, ardiente, abrasadora. Relax. Más voltaren. Un myolastan de extraperlo. Sabanas frías. Nórdico fino. Y de nuevo soñar, soñar, soñar. Soñar revuelta entre mis insomnios. Maldecir. Vomitar al sábado y al domingo juntos. Masturbarme al amanecer, para follarme al día antes de que él me joda a mí.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Mis dedos



Corazones, índices, anulares, meñiques y pulgares. En cada mano cinco, que en el coño se vuelven infinitos.

Saben multiplicarse, desdoblarse y extenderse como nadie. Son capaces de la mayor sensibilidad posible, y de la fuerza más sobrehumana si la ocasión lo requiere. Poderosos e indispensables, tanto, que a veces no tengo muy claro si soy yo quien posee dedos o son ellos los que me poseen a mí... y es que he sido tantas veces poseída por ellos. Casi tantas como profanada. 

El que señala es el rey. El de la derecha. El de la izquierda no suele bajar mucho de los pechos, soy diestra y se me antoja torpe para velocidades placenteras. Le estoy muy agradecida aunque a veces lo meta en la nariz, su rotación y él me han llevado a mi pérdida más absoluta de mi locura entre estertores húmedos, plagados de piel.
Los demás, aunque peones, no son menos importantes. Sobre todo cuando se hacen ejército de puño y empalan mis oquedades hasta el orgasmo más profundo. 
Ninguno decora, todos participan, ayudan y colaboran. Hacen los pellizcos de mis senos más intensons y la exploración de mi sexo más completa; las turgencias de mis nalgas más afianzadas y el reguero de mi escote más viajado.

Divinos, humanos y endemoniados ellos. Qué delicia ser mujer, que además de tener dedos nos los podemos hacer...

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Miércoles al sol






Qué dulce este cielo azul. Tan lleno de azul de que parece limpio. Y ahí colgado, como naranja casi madura, un sol al que apetece darle un mordisco, pero tengo la boca pequeña.
Qué gusto de temperatura. Es casi como un espejismo de primavera que anima este día tan corto. Caricia suave, serena y cálida en el rostro. Agradable sensación, pero escueta.

Abro la ventana de par en par. Aparto las cortinas. Subo la persiana al máximo, tanto que he vuelto a atascarla. Me tumbo sobre la cama. Me desnudo. (creo que ésto lo he hecho hace poco, podría casi jurarlo). Ya que no puedo comerme a gajos el sol, me pelo a mí misma como una mandarina para ser yo la devorada por él. Sin bragas, sin sujetador, sin pudor y con ganas; abro mis brazos y piernas ante este inmenso mar celeste para ser penetrada por él.

Hoy el sol y sus rayos van a hacerme el amor. Quizá si tengo suerte, follarme incluso. De momento sólo me acaricia. Lo siento sobre mis tetas jugando con mis pezones todavía tostados, lo noto a fuego sobre mi clítoris buscando un espacio más húmedo y profundo, lo siento sobre mis manos apoderándose de ellas. Unos dedos que son suyos, que pellizcan y tocan, que muerden y besan, que investigan y encuentran.

Y con una mano en mi pubis, y otra en mi pecho izquierdo, comienza el disfrute, el goce, la perversión dulce del  momento al aire y los ojos cerrados. Sonrío complacida y evadida, tan fugaz como eterna. Cuanto más aprieto la teta carnosa, más dedos introduzco donde no llega el sol. Hasta que me corro y me repliego, ¡ cómo tiemblo!. Sí, siempre grito, siempre vibro, y me abrazo. 

Tirito. Éso es nuevo. Castañeteo. Éso también. Corro todavía desnuda y húmeda a cerrar el cristal. Estornudo. Me pongo mis calcetines de lana y le enseño el dedo anular a la vecina de los rulos. Voy a por un paracetamol y algo caliente. Ni yo, ni mí misma tenemos remedio. Se me fue el santo al cielo, y la pasión al infierno. Se me olvidó que ayer tuve fiebre, y que ahora esta luz, no es sol de verano, es un engaño de un violador sol de noviembre.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Ardiente




Caliente. Me pones tan, tan, tan caliente. 
Jodidamente ardiente. De una manera insoportable.
Todo a mi vera se torna calor. No importa que al otro lado de la ventana el cristal sea pura escarcha y el grito del viento gélido me rasgue los tímpanos.
Sí, calor. Y del húmedo. Demasiado.
Sobra la ropa. Me arranco el pijama. Fuera las mallas, fuera el top, fuera el sostén deportivo, fuera las bragas. Los pechos no porque no puedo arrancármelos, pero incluso ellos me sobran, están a punto de derretirse conmigo. 
Multicolor y arrugada, la sábana muestra un atisbo de tibieza, pero es sólo un segundo. El ardor es implacable y lo engulle todo de nuevo. 
Comienzo a sentirme sucia, gotas de sudor salado y cálido bajan por mi cuello, mis axilas, mi cintura, mi espalda y los pliegues de mis muslos. Es como una ducha horizontal que perla mi piel y empapa la bajera calando hasta el colchón.
Tirito. Es extraño e inexplicable, pero tiemblo de calor con las yemas de mis dedos mortalmente frías. Me pellizco con ellas los pezones para comprobar que ahí siguen, que no se han desintegrado ni fundido. Luego las deslizo hasta mi ombligo, estanque provisional de mi deshielo, y bajo hasta mis labios enredados, para aliviarlos un poco y evitar que estallen en terrible combustión.
El pelo lacio y pegajoso no me preocupa. Ni mis ojos desenfocados. Tampoco mi lengua seca. 
Nada importa mientras yazgo desnuda, temblorosa y ardiente. Sola. 

Hoy no me masturbo. No está el coño para pajas, ni el cuerpo para corridas. Sólo quiero dormir un rato. Quizá mañana, tras mil vueltas en la almohada, amanezca sintiendome  nueva y de nuevo fresca,  y vuelvan los calores buenos, los que me alivian... no los que me empañan y marchitan, como los tuyos ¡maldita fiebre!.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Descontrol




Mi maravillosidad  y yo hemos cogido un par de kilos. ¿ Y a donde han ido?
Sigue habiendo cintura. Puedo bailar una jota con tremenda soltura rozándome las uñas por delante del ombligo.
Los tobillos están intactos. Quedan igual de preciosos en un relevé que en una patada de taekwondo.
El cuello sigue mostrando clavícula. No ha dejado de ser manjar apetitoso para cualquier vampiro apegado a la fragancia de Escada. 
Pantorrillas sin novedad. Finas y seguras, pero sin alas, enfundadas en un par de medias están preciosas.
Las caderas y los muslos nunca han sido de jamelgo flaco. Ahí están aguitarrando mi figura a la española como antaño.

¿ Entonces? 
Sí, ahí. A las del post. A las que siempre quise pequeñas. A ellas. A las tetas. ¡ Asquerosas!! Ahora que os habéis habituado a la noventa queréis salir de ella, rebosar, desparramar, aniquilar mi discreto escote.
Me están rompiendo los esquemas, el molde y la paciencia. Sobre todo una de ellas, que comienza a mirar a cuenca. 

Ojalá fuesen como los globos. Tirar un poquitito del botón del pezón y que se desinflasen a voluntad. Aunque pensándolo bien, me entraría complejo de control de alcoholemia con un montón de amantes voluntarios a la voz de: ¡yo también quiero soplar !