sábado, 23 de junio de 2018

Sexo difícil. O no. O sí. O yo que sé.




¿Qué sucede con una mente repleta de sexo cada instante de tu vida?. Y no hablo. De una obsesión. De una adicción. Ni de un pensamiento permanente. Es otra cosa. 

¿Qué sucede con una piel repleta de sexo cada instante de tu vida? Y no hablo...

En realidad no sé de qué hablo. Porque repleta no es la palabra. Insaciable tampoco. A veces creo que tengo un problema. Otras creo. Que el problema lo tiene el resto.  Y no me entienden. Sin embargo. La mayoría de las veces. No creo que nadie tenga un problema. Mi sexo. Mi sexualidad. Nunca han sido un problema. Soy como soy. Frase absurda. Y absolutista. Que no me gusta. Pero es tan cierta. Funciono como funciono. Vivo como vivo. Siento como siento. Según el minuto del día. Pero soy mucho. Funciono mucho. Vivo mucho. Siento mucho. Y aún así. No es suficiente. Parezco un pozo sin fondo. Y no es un problema. Pero tampoco una ventaja. Follaría. Hasta que me doliese la piel. Y todavía. Un poco más. Siempre hay hueco. Para el postre. Siempre hay hambre. Y a veces. Me desespera. Sobre todo ahora. Desde hace algún tiempo. Yo. Que comencé a masturbarme muy pequeña. Y me gustó tanto. Que no he parado. Ni con pareja. Fue hermoso. Descubrir. Sin necesidad de nadie más. Cómo me gusta. Qué me gusta. Y cuanto me gusta. Y poder contarlo después. Cuando hay alguien más sobre la cama. Siempre mi sexualidad. Ha dependido de mí. Por éso jamás me han asustado los malos polvos. Los malos amantes. Yo estaba ahí. Y si por cualquier motivo. Todo era insalvable. Después yo me tenía a mí. Me he tenido a mí toda la vida. Y me ha encantado tenerme. No reniego. De mí. No es éso. Pero ya me sobra. Mi dildo de veintiún centímetros. Hace meses que ni lo saco del cajón. Ya me sobran. Mis manos. Las pilas. Mi piel. Me falta peso. Y algún beso. Me falta otro cuerpo. Y esa sorpresa. De no saber que va a suceder. Que va a entrar. Que va a salir. Dentro. Fuera. De un minuto. Y una lengua. Sobre mis tetas. Y unos dientes. Torturando mis pezones. Y unas manos. Dentro. Muy adentro. Más adentro. Y todavía muy, mucho, más adentro. De mi coño. Y todo lo demás. Con sus ojos. Con su pelo. Con sus pies. Con sus piernas. Con su latido. Con su sudor. Con su saliva. Con su aliento. Con sus jadeos. Con su polla. Ahora me cuesta masturbarme. Hay orgasmos. Pero falta todo lo demás. 
Ahora follo. Hay todo lo demás. Pero faltan orgasmos. Por lo que sea. No es un problema. Tampoco de ellos. 
Tampoco es culpa de los orgasmos. Creo. Y pongo la mano en el fuego. Que aunque tuviese. Cinco orgasmos. En una noche. Mi piel. Mi mente. Mi cuerpo. Seguirían  pidiendo más. Y no es un problema. Tampoco una ventaja. ¿ Hay alguien como yo?. ¿ Hay alguien afín a mí?. No soy rara. Tampoco una mujer habitual. Una mujer habitual. Común. No escribe sobre ésto. Sobre todo. Sabiendo. Que alguna gente. Al otro lado de la pantalla. Saben quien soy. Y como soy por fuera. Cuando me ven en frente. Pero por dentro. Conocen menos. Y aquí estoy. Abriéndome. Contando. Y lo único. Que yo quisiera ahora. Es abrirme de piernas. Encima de una polla. Y clavármela hasta el fondo. Y más. Y mucho. Más allá. Del fondo. De mi coño. Hasta hacerme daño. Ese daño que luego es placer. Y cabalgar. Esa polla. Hasta que yo no pudiese más. Creo que terminaría llorando. Me sobra piel. Me sobra mente. Me sobran ganas. No sé que le ha sucedido a mi cuerpo.  A mis terminaciones nerviosas. Viviría follando. Aunque imagino. Que ésto no durará mucho tiempo. Vendrán los años. Y cambiarán las cosas. Y llegará una calma. Para que vengan. Otras tempestades. Nada es eterno. Nada es necesario. Nada es especial. Aunque a veces apetezca que lo sea. Y te den la vuelta en la cama en mitad de la noche. Y te sorprenda un beso con lengua. Perpetrado desde la oscuridad. Como si no supieras quien te besa. Y quien de pronto. Mete sus manos en tu entrepierna. Hasta mojarla de manera infinita. Y unos minutos después. Meta la polla. Estoy divagando. 
Ésto es lo que deseo ahora. Que estoy cachonda. Quizá ahora vaya a la ducha. Y encuentre el placer en el chorro de agua entre mis piernas. O quizá. Al vestirme. De nuevo. Esa goma de la braga, rozando mi clítoris. Todo cambia en un segundo. Todo cambia en un instante. El placer. El morbo. Llega de improviso. Nunca un polvo será igual al siguiente. O no debería. Pobres de aquellos que coleccionan polvos similares. 


Todo cambia. Así que no sé. No termino de entender.  Por qué. Algo dentro de mí. No se calma. No se llena. No se completa. No se relaja. Así que no sé. Por qué. Ahora. Quiero un beso. Y follar. 

No lo sé.  Y este post es una mierda. Porque es una pregunta sin respuesta. Se llama divagar. Pero supongo. Que algo hay que hacer. Que de alguna manera. Hay que vaciarse. Cuando tu cuerpo. Te pide. Te suplica. Volver a follar. Y no hay ahora mismo. A quien follar. A quien follarse. A quien follarte. 

lunes, 11 de junio de 2018

Todos los días comienzan por una mañana.



Abrir los ojos. Tocar la sábana fría que pertenece al otro lado de la cama. Vacío. Cerrar los ojos. Tocar la zona de la entrepierna del pijama que pertenece a mi coño. Vacío. Suspirar.  Pellizcarse un pezón. Acariciar el pecho. Estrujarlo un poco. Sacar la lengua. No hay un beso de respuesta. Bah. Será mejor desnudarse. Y no mirarse en el espejo. Será mejor meterse en la ducha. Y no entretenerse demasiado con la palma de la mano y el gel. Será mejor secarse. Y hacerlo lo más rápido posible. Será mejor vestirse. Y huir a la calle. Escapar. Con el vientre caliente. La entrepierna caliente. El coño caliente. Y suspirar. El resto del día. Cruzar las piernas. Cuando esté sentada. Apretar los muslos. Cuando esté de pie. Y esperar a que llegue la noche. Y estar muerta. De cansancio. Después de un día yendo a un millón de sitios. Derrotada. Sin ganas de nada. Sólo de leer un rato. Y dormir. Y volver a despertarse. Y abrir los ojos. Y cerrar los ojos. Y todo lo demás. De nuevo. Echo de menos ese sexo por la mañana. Ese follar improvisado y desprevenido. Ese sexo sorpresa. Aunque haya estado toda lo noche deseándolo. Abrir los ojos. Y ver otros ojos encima de mí. Deseándome. Taladrando mi pupila con su deseo. Y la polla. Frotándose en mi entrepierna. Frotándose contra mi coño. Muy dura. Como esa mirada. A punto de follarme. Entonces un beso intenso. Tan mojado como mi coño. Y yo abriendo las piernas. Y la polla entrando. Y mi cabeza girando. Y ya no suspiro. Gimo. Que es lo que todas las mañanas deseo hacer. Gemir. Y gritar. Y salir a la calle llena. Y exhausta. Y feliz. Entonces desearía. Llegar a casa de noche. Tan cansada. Que sólo quisiera leer un rato. Y después me leyeran a mí. En braille. Yemas de diez dedos leyendo mi piel. Jugando. Y vaciarme mientras me lleno. Justo antes de dormir. Dormir es morirse un poco. Qué mejor forma de morirse. De dejarse ir. Que mientras te follan. Y lo mismo. Al resucitar. También me gustaría. Ser yo la que provoque la muerte. Y la resurrección. Pero no hay nadie al otro lado de la cama. Así que será mejor desnudarse. Y no pensar. Y no tocar. Y luego huir. Mataría ahora mismo por un beso. Ese beso de te voy a romper en mil pedazos. Mataría. Y me dejaría morir por él. Y luego huir. Porque ya es tarde. 

domingo, 10 de junio de 2018

Sexo, follar, polvos, mente, ganas, y otras cosas que pienso. Cuando pienso.


Me gusta follar. Echar polvos no. Follaría días enteros. Con sus noches enteras. Si el amante. Si el chico. Si su manera de follar. Está a la altura. Porque soy bajita. Sí. Soy bajita. Por si no lo había dicho antes. Pero pocos amantes. Pocos hombres. En horizontal. O vertical. Están a mi altura. No es ego. Es la pura verdad. Mi verdad. Y lo que suele suceder.
Hablas durante algún tiempo con una persona. No hay expectativas. Pero en el fondo siempre hay alguna. Si no hablaríamos con alguien en concreto. No elegiríamos con quien hablar. Hablaríamos al azar. Siempre nos guiamos por algún tipo de parámetro. Queremos. O nos apetece. Alguien atractivo. Alguien estimulante. Alguien que sea capaz de devolver lo que das. Alguien que sonría. Alguien que entienda lo que dices. Alguien que responda de manera que te apetezca seguir charlando. Y luego ya se verá.
He quedado con muchos hombres a lo largo de dos años y medio de mi vida. He quedado con hombres que creía que iban a aparecer. En su lugar han aparecido tipos parecidos a los de la foto. Parecidos a su manera de hablar. Parecidos a quien parecían ser. Pero no eran. Eran polvos disfrazados de follar. También he follado. Pero algo no terminaba de encajar. Sólo unas pocas veces han encajado todas las piezas necesarias para disfrutar plenamente. Sólo que ninguno ha querido quedarse. Los hombres han decidido no quedarse. Necesitan follar. Pero también polvos. Y saber que siguen siendo capaces de conquistar. No sé por qué. Tampoco me voy a molestar en averiguarlo. Hace  ya algún tiempo. Que sigo follando. Y echando polvos. Cada vez intento más. Rodearme de hombres. Que follen. Y que sepan follar. Hombres. Que quieren follar conmigo. Y también con otras. No soy suficiente. Entonces ellos dejan de ser suficientes para mí. Porque no es que yo sea suficiente. Soy sobresaliente. Lo sé. Aunque hace no tanto tiempo. No lo supiera. Lo sé. Y lo soy.
Follaría mil días. Mil horas. Con la misma persona. Y luego ya veríamos que pasa. Yo no necesito media docena de colchones diferentes para disfrutar de la vida. Me atrapa la inteligencia. Me atrapa el sentido del humor. Me atrapa la autocrítica. Me atrapa que me hagan pensar. Me atrapa que diez horas se conviertan en cinco minutos. Me atrapa querer volver a ver a ese hombre. Me atrapa desearlo hasta que no pueda más. Me atrapa reírme. Es algo tan sobresaliente. Que es mucho más que suficiente. No es posible. Al parecer hay que rodar por varios colchones para sentirse lleno.
Mi coño no es así. Mi coño reconoce el placer cuando lo siente. Y mi coño es como mi cerebro. Muy inteligente. Quiere una polla que sea capaz de saciarlo. Y no hace falta mucho más. Y ya se verá.
Hace tiempo que no creo en el futuro. El futuro sólo son presentes recién acabados. Yo puedo estar hablando contigo. Y en el momento que abres la boca para pronunciar la siguiente palabra. Ya es futuro. Yo puedo estar follando contigo. Y en el momento que me metes la polla. Ese milímetro que está a punto de avanzar tu prepucio dentro de mi coño. Ya es futuro. Y es tan seguro como incierto. Porque el placer está asegurado. Pero no se sabe nada más. Sólo hay un matiz. Las ganas de averiguarlo. Y yo siempre tengo ganas. De follar. Es evidente. De averiguar. Cuando algo me impacta. No es frecuente que algo me impacte en esta vida. Mentira. Algo sí. Alguien no. Pero sólo estoy pensando. Y ahora mismo estoy pensando demasiado. Tengo ganas de follar. Y estoy harta de masturbarme. Hubo un tiempo en el que me masturbaba unas dos o tres veces al día. Casi todos los días. Y siempre me ha gustado follarme a mí misma. Me conozco tanto. Soy capaz de impactarme. Como pocos son capaces. Desde hace algún tiempo. He descubierto. Que mi edad es maravillosa. Y que tengo más ganas que nunca. Y aunque no tengo la energía suficiente para todas mis ganas. Soy capaz de sacarla. Y es entonces. Cuando masturbarme me parece aburrido. Me parece un sucedáneo escaso. Me parece un mísero polvo. Y no me gustan los polvos. Los polvos son un acto físico. Orgánico. Un desahogo. A mí me gusta el pack completo. Todos mis sentidos inundados de placer. Una piel siendo capaz de impactar a otra piel. Con sus mentes. Y con sus genitales. En un delirio espectacular. He descubierto. Que éso ocurre con demasiado poca frecuencia. Nunca pensé en acostarme con tantos hombres. Nunca me ha atraído. Pero ha sucedido. Y al parecer va a seguir sucediendo. Sólo que estoy cansada de encontrarme pollas. Me apetece, de nuevo, el pack completo. Y luego. Ya se verá. Pero para ver se necesitan cuatro ojos. Y dos ganas de averiguar. Algo que no existe. Algo que no va a suceder. Tengo una caja de tres condones por estrenar en mi saquito del bolso. Ellos siempre tienen condones suficientes. Ganas de averiguar no. Yo tengo un coño precioso. Y una edad perfecta. Y una humedad siempre alerta. Y las ganas de una adolescente. Y la mente de toda una mujer. Y una sonrisa que no termina nunca. Y por qué no decirlo. Follo tremendamente bien. Follo que te mueres. Follo que te cagas. Y no hay minuto de mi vida que no tenga ganas de follar. Y aquí estoy. Desperdiciada. Entre colchones de polvos. Es el polvo del camino. Que no impedirá jamás que yo siga caminando. Porque soy un viaje. Y no pienso terminarlo. Terminarme. Nunca.






sábado, 9 de junio de 2018

Mientras

Mientras tomo una cerveza. Dejo de seguir la conversación durante un momento. Y vuelvo a ayer. Y estoy en ayer. Y soy ayer.
Mis piernas abiertas a un aire lleno de su respiración.
Mi respiración abierta a un aire lleno de su  mirada.
Mi mirada abierta a un aire lleno de su polla.
Mi coño abierto a una polla. Y falta el aire.
Y deseo la polla. De nuevo. En mi coño.
Y me sobra el aire.
Cuando las piernas no quieren cerrarse. Yo me quedo abierta. Y de pronto es ayer.
Y de pronto no hay aire.  Y de pronto no hay piernas. Sólo soy un coño. Sólo soy un latido. Sólo soy un enigma. Buscando tu polla. Buscando meterla en mi boca. Escapando del aire. Escapando de mis piernas abiertas. Y me espera una cerveza. Y una conversación. Y no tengo palabras. Tengo la cabeza. Llena de aire. Un aire que huele a tu polla. A tus manos. Oliendo. A mi coño. Y espero que todavía huelan. Y te acerques los dedos a la nariz. Y tu aire. Sea mi coño. Un olor profundo. Tan profundo. Como el lugar más profundo de mi vagina. Donde ayer. Estuvieron las yemas de tus dedos. Tan adentro. Que ahora recuerdo. Y me falta el aire. Y me falta esa polla. Y no quiero volver a respirar. Una vez más. Pero todavía queda cerveza. Y debo prestar atención. Aquí estoy. Intentando escuchar. Respirar. Con mi coño abierto.