miércoles, 12 de abril de 2017

Palmar.


Te tengo en la palma de mi mano. Te tengo comiendo en la palma de mi mano. Y me comes a mí. Desde la muñeca, hasta la yema del dedo. Te tengo en mi mano. Mientras me comes. Mientras abro las piernas hasta romperme en tres. Tensión absoluta en los músculos, tensión absoluta en el pecho, tensión absoluta en la punta de un clítoris duro e  hinchado. Mientras te meto en el coño a empellones. Y nadas allí, entre la carne caliente, jugosa y húmeda. Se oyen jadeos. Se oyen gritos. Se oye zorra. Se oye un más desesperado. Puede que sea yo, contigo, en la palma de mi mano, aullando porque no estás donde deberías. Encima, detrás o debajo. No en esta mano de mierda. Sucia. Pringosa. Vacía. Pequeña. Tanto que me cabe toda. Tanto que la chupo entera. Sabe a mí. A mí, sucia y vacía. Y pringosa. Probaré con la izquierda. Luego rebozaré mis tetas con las dos. Me pellizcaré hasta hacerme daño. Quiero pringosos también mis pezones. Duros como canicas de guá. Reventones. Vacíos. A dos palmas. Sin palmadas. Y un poco más abajo. Grandiosa, llena, empalmada.
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