martes, 1 de agosto de 2017

Observo


mi pierna desnuda. Morena. Suave. 
Miro ese pequeño pie. En punta. Con su talón. Ascendiendo al tobillo fino. Llegando un gemelo bonito. Su rodilla. Y este muslo. Generoso. Al que acaricio. Ahí. Donde hay todas esas estrías. Testigos de que alguna vez pesé más.  Y otras veces pesé menos. 
Abro mis manos. Las cierro. Tiro de la tela que me sobra. 
Poco a poco el pantalón corto. Con él la braga. También la camiseta de tirantes. Ya no queda nada más que piel. Y un espejo. Y unas manos. Y unos ojos. 
Que me miran. Despacio. Con espacio. Subo. Ingles. Pubis. Ombligo. Ya no es como era antes. Abulta un poco más. Me tuerzo un poco. Parezco una guitarra. Quizá pueda encordarme algún día. Mientras procuro no acordarme. Demasiado. Del cuerpo de hace un par de años. Vuelvo al de ahora. Costillas arriba. Están mis pechos. Ya no tan firmes. Los recojo con mis manos. Suaves. Las manos también. Pura inercia. Levanto y estrujo. Mientras. Las arrugas de mis ojos. Siguen su camino. Por éso son. Por éso están. Sonríen. Me guiño un  ojo. Sigo siendo suave. Profundamente suave. Enormemente suave. Imposiblemente suave. Todo cambia dentro de la piel. Y ella. Permanece. Aguanta. El envite. Fina. Cristalina. Mía. 
Paso mi dedo por uno de mis costados. Soy una cerilla. Puedo escuchar el chasquido. Sentir la llama. 
Me observo. De nuevo. 
Tengo un dedo gordo en cada pezón. Pruebo a acariciarlos. De una forma distinta. Siguen siendo mágicos. Parecen pequeñas cerezas de cemento. 
Tengo tres dedos en el clítoris. Pruebo a acariciarlo. De una forma distinta. Sigue siendo mágico. Parece un  manantial de lava.
Tengo diez dedos. En ninguna parte. En todas. Siguen siendo mágicos. De la misma forma. Parecen las manos de nadie siendo todas a la vez. 

Tal vez. Debería observarme más. Y mirarme menos. No dejar de tocarme nunca. El siempre está demasiado lejos. Mi piel sólo sabe pronunciar ahora. Mientras grita. Yo con ella.
.

2 comentarios: