domingo, 9 de abril de 2017

Exigencia.

Podría no ser romántica, incluso he dejado de serlo con una lengua entre mis muslos. Pero no se trata de éso. Idealista. Mucho. Pero tampoco es la cuestión. La cuestión soy yo, con un interrogante enorme brotando del coño. Y qué. 

Y qué. Ardo. Me niego a pajearme. Masturbarse es un arte, un follarse exquisito, un saber hacerse el amor, un arma infalible contra el estrés o el dolor de cabeza. Pero no es tu piel cuando quiero una piel. Puedo prescindir. Es más, quiero prescindir. Hay días en que un sucedáneo, por más de lujo que sea, no es suficiente. 

Y qué. Ardo. Un puñado de meses sin follar. Me niego a un polvo. Para qué. Dos horas, tres. Una explosión. Un vestirse, un casi no acordarse a la semana siguiente. Fácil. Mi sexo no lo es. No hace el pino puente ni falta que le hace, Pero es inconformista. Le gusta dar la talla, y que se la den. Necesita su tiempo, su espacio, su todo. Como el amor, aunque no tenga nada que ver. No vale cualquiera, ni de cualquier modo. Cuando llega, se quiere absolutamente todo. Todo. Yo lo quiero todo. Por qué no. 

Y qué. Ardo. Duelen las tetas, el ombligo, dos pares de labios, un algo profundo allá donde no llegan mis dedos, y tengo la lengua seca. Duele y escribo. Aprovecho. Alivia. Un par de segundos. 

Y qué. Ya no era de noche. No hay nada como una mañana, con el sol de canto, fuerte y duro. Como tu polla. Y yo boca abajo, medio despierta sobre el colchón. Y tú medio despierto, encima. Desaparece la ropa. Magia. Y yo boca abajo, totalmente desnuda sobre el colchón. Y tú medio despierto, encima de mí. Estas tetas duras. Con estos pezones redondos, gruesos  y duros. Apretados contra ese colchón. Tan apretados como tu polla en el canalillo de mi curo. Duros. La polla. El culo. Tu cabeza en mi nuca. Un beso, Un mordisco. Se me cae la baba. Tus manos. Abriéndose paso entra la grieta de mi piel y de la sábana bajera. Manos metiendo manos por mis costados. Hasta sujetar mis pechos. Exprimirlos. Otro beso. Otro mordisco. Se me cae un gemido. Tus manos. Viajando oblicuas hacia mi vientre. Alas de pajaro, alas de yemas, sobre ya mi pubis. Apretando. Tus manos. Separadas. Una volviendo a mi pecho izquierdo. Apretando. La diestra explorando, un coño. Se me cae otro gemido, partido en dos contra la almohada. Tu polla. Durísima. Partiéndome el culo por fuera. Nuca. Tensión extrema. Podría partirse alguna cervical. Mientras me abres las piernas.  Y decides partirme el coño. Bendita polla. 

Y qué. Lo quiero todo. Esa mañana. Después de esa noche. Con su paciencia, Porque hace ya tiempo que. Me niego a que acostarme sea un fiasco. He tenido amantes pésimos. Mal sexo no. Porque yo también estaba allí, Al cien por cien. Lo quiero todo. Y a ti logrando de mí el cien por cien. Quien quiere un polvo a un cincuenta por ciento. De rebajas. De saldo. De oportunidad. Cuando tenemos un valor incalculable. Y yo es que tengo urgencia, pero no prisa. Porque lo quiero todo. 

Y qué. 
Pues que me he quedado sin follar. Porque no soy mujer de un polvo, aunque sea capaz de hacerme polvo mientras follamos. Dulce, suave, denso, intenso, fuerte, sucio, divertido, Qué más da. Piel revuelta es la que cuenta, y  no un rato de belcro. 
Y qué. Puestos a quererlo, puestos a hacerlo. Que sea con todo.


1 comentario:

  1. Brutal entrada. Si, ya puestos, que sea a saco.... Y si no se puede con todo, al menos se intenta.

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