viernes, 16 de junio de 2017

Oídos.

Todavía sin recuperar.
Dos cajas negras que escuchan en eco lejano.
Noto la presión.
Las orejas no.
Como esta mañana.
Notaba todo.
Menos las orejas.
Mientras no escuchaba nada más que a mi piel.
A mis dedos boca abajo.
A mis piernas en tensión.
A mi culo en pompa.
A mi almohada bajo mi vientre.
A mis pezones rasgando la funda.
A mi coño en expansión.
A mi vibrador a toda potencia.
A mis suspiros sordos.
A mis jadeos ciegos.
A mis pequeños gritos sin tacto.
A mí volando.
Desapareciendo.
Del cuarto, Hecha mitad.
Partida entera.
Partiendo.
Sola.
Dentro de mí.
Abandonando el mundo.
Y mis oídos.
Y mi oído.
Haciéndose tapón.
Taponados ellos.
Taponada yo.
Por tres de mis dedos derechos.
Taponado el ruido.
Por mis oídos.
A ritmo de concorde.
Traspasando la barrera del sonido.
Muriendo un poco.
Resucitando otro poco.
Sorda.
Ciega.
Porque cerré los ojos.
Muda.
Porque perdí mi grito.
Manca.
Porque gasté mis manos.
Coja.
Porque dejé sin fuerzas mis muslos.
Sola.
Porque sí.
Donde esté un silencio. Con lágrima. Y orgasmo instantáneo. Pero lleno. Que se quite la música vacía. Envuelta en  papel llamativo. De seda. Convertido rapidamente. En lija del siete. Ahí. En cama ajena.
.

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