martes, 16 de junio de 2020

Tocando el Anal.


Tiene algo de machista el tema del sexo anal. 

En general. 

No se cuestiona en la cama, si a un chico le gusta o no. Si quiere intentarlo o no. Tampoco se le insiste. Cierto es. Que cada vez es más frecuente. Que ellos exploren ese campo. Y son ellos. Los que ahora te dicen. ¿ Te gustaría probar a jugar conmigo por ahí ?. Lo hacen con total naturalidad. Como debe ser. Sin embargo. Cuando hablas con la mayoría de los chicos sobre anal. Ya saquen ellos el tema en la cama. O surja en una charla. Siempre son expertos. Saben que con delicadeza te gustará. Que usando geles apropiados te gustará. Que con paciencia. Te gustará. Que con cariño... ¿ Cariño? Oh, wait! Si ni siquiera folláis con cariño, hombre por dios. Qué me estás contando. Bueno. Éso. El culo. El ano. De una mujer. Es como la tónica Schweppes. No te gusta el anal, porque lo has probado poco. Ya. 

Si un chico tiene fijación con el tema, y hay un montón, te insistirá. Te intentará convencer. Te dará millones de razones. Un montón de datos. Parece que se han sacado un máster cular en Aravaca de Harvard. 
Y el sexo anal es una cosa como cualquier otra. Lleva su proceso. Y hay a quien no le gusta. Sin más. NO le gusta. Y punto. Pero resulta que te tiene que gustar. O al menos lo tienes que probar. No te vayas a ir de esta vida sin un unicornio de colores en el puto culo. Por no mencionar que hay personas con problemas zonales, por un millón de motivos. La de veces que he tenido que dar explicaciones. Y aquí. No, también es No. Pero ellos tienen que convencerte de las propiedades y ventajas de una polla en el culo.  Que si no lo vas a cambiar por nada, mujer. Que a mí me daban dos. Y así todo. 
El caso es que yo lo probé. Y lo pasé. Tan, tan mal. A pesar de la delicadeza. Del cariño. Del amor. Del cuidado. De los geles. De la paciencia. Etc... Que nunca mais. 
Y pasaron los años. Y fui descubriendo otras cosas. Fui cambiando de amantes. Vamos. Igual que todo el mundo. O casi. Supongo. 

Hasta que llegó un chico que me entendía muy bien con él en la cama. Era tremendamente entregado. Se preocupaba mucho de mi propio placer. De experimentar conmigo a ver como yo gozaba más. No es muy habitual ésto. Así que esos meses estuvieron genial. Nos hicimos follamigos. Compartíamos hobbies, cine y cama. Su polla era genial. Mi coño le gustaba mucho. Luego nos enfadamos. Dejamos de vernos. Pero tuvimos unos reencuentros puntuales. Y justo en el último. Sin saber ninguno de los dos. Que sería el último. Nos pusimos muy cachondos en su sofá. Yo no sé cómo me tocó. Yo no sé que comí aquel día. Yo no sé que vimos en netflix ( bueno sí lo sé, pero es anecdótico). Yo no sé qué ocurrió. Yo me volví loca del coño. Loca de cerda. Loca de sexo. Tenía tal calentón que me hubiera pasado por la piedra a dos equipos de baloncesto. O esa era al menos. La sensación. La palabra cachonda. Se queda cortísima. 
Tenía las bragas empapadas. El coño a punto de reventar. El clítoris hinchadísimo. Y en mitad de aquel salón gélido. Yo ardía a más no poder. Y notaba. Mientras jugábamos. Su polla rozando mi culo. Sus dedos metidos en mi coño. Y no pude más. Fue como una revelación. Me apoyé contra la mesita de centro. Me bajé las bragas. Y con las manos sujetándome en esa superficie. Y mis piernas bien abiertas. Le dije: ¡ Métemela por el culo! Ya!!!! 
"Pero"... 
Él sabía de mí respecto a ese tema. Había salido en nuestras charlas varias veces. Y claro. No sabía si todo aquello era producto de la locura vaginal. Y a ver si luego me arrepentía. O me ponía malita. 
Yo insistí. En aquel momento su polla en mi ano era lo úinico que podía calmar ese furor uterino. Y yo no sé. Qué pasó. Qué hizo clic. Como mierda encajamos. Pero entró sin más. Y fue glorioso. Tan glorioso que estuvimos horas follando sólo por el culo. Lo recuerdo como un placer intenso y estupendo. 
Al día siguiente me fui para casa con cara de pasmo. Yo?. Por el culo. Yo! Manda narices. Pues sí. Luego vino una semana dura. De fisuras. Hemorragia. Caminar como John Wayne en una del oeste. Cremas. 
No volví a verle. No recuerdo bien como nos dijimos adiós. Ni por qué. El culo no fue el motivo. Sin embargo, el culo. Mi culo, fue el motivo de como me masturbo a partir de entonces. Me encanta meterme una balita. Jugar con mi agujerito. Sentir algo ahí dentro. 

No he vuelto a follar por el culo. No sé si volveré a hacerlo. No sé como será si ocurre. No tengo ni idea. Quizá fue fruto de aquel calentón. Tal vez se repita. No me preocupa. A ellos les preocupa. Ese es el problema. Y la diferencia. Si ni siquiera yo soy experta en mi propio culo. Cómo cojones lo son ellos. Pero claro. Ahí sucede igual que en el resto del sexo. Son puto expertos porque lo han hecho con otras. Y por éso no funciona el sexo una gran cantidad de veces. Porque nos suponen respecto a las anteriores. El mayor error del mundo mundial. Por éso son oro esos chicos que se desprenden de sí mismos, y en la cama dan, dan, dan y dan. Que desbordan empatía y entrega. Ojalá encontrase a alguien así para este verano. Sería fabuloso. Pero...

Y todo ésto. Viene a cuento. Porque. He tenido que ir al médico por mi culito. La semana pasada me compré un juguete nuevo. Una bala doble. Una normal para la vagina. Otra más fina para el culo. Ambas unidas por un cable a un mando que tiene doce velocidades y vibraciones distintas. Y es que es un orgasmo increíble.  Cuando tienes el dildo vibrando en el clítoris. Y una bala en el coño. También vibrando. Y vibrando. También. Otra en el ano.  Pero cuando te corres. Uf. Entonces hay que sacarlas. Y el culo sufre. Y bueno. Me metí la del coño en el culo porque quería sensación extra. Y uf. Bueno. Me hice una pupa tremenda. Voy a ahorrar detalles. Y abcesos. Y dolor insoportable. Así que ahora vuelvo a tener un poco de miedo al anal. Un respeto. Y también tengo una fisura. Y han pasado los días. Y todavía me duele. No sé cuando podré volver a salir a jugar con mi culito. Seguramente será. Con alguien que logre que me ponga loca del coño de cachonda. Que no insista. Que no pida explicaciones. Que no de consejos. Que no sepa de lo mío y de lo suyo. Que no sea un experto. Éso que ahora está tan de moda. Todo el mundo es epidemiólogo y proctólogo. Un no parar. Y lo digo con todo el dolor, no de mi corazón, si no de mi fistro anal. :) 

2 comentarios:

  1. Crees que es la religión, el hecho de ser pecado, lo que hace que muchisimos hombres quieran el sexo anal?

    ResponderEliminar
  2. me rio tu entrada y la pregunta del comentarista es genial
    un saludos desde Miami

    ResponderEliminar