jueves, 21 de noviembre de 2013

Aquel...



Nunca lo supo, y jamás lo sabrá. Tampoco importa porque no volveré a verle, pero hay intensidades que son inolvidables.

A treinta centímetros sobre el suelo y por sorpresa, en volandas entre un abrazo inmenso y unos brazos infinitos, con el corazón rebotando en la garganta y un calor repentino estallando entre mis muslos. Un adiós rápido y sin vuelta, la acera gris y gente sin rostro, el cuerpo inmóvil y la mente siguiendo tus pasos. Mis intestinos se habían ido contigo.

Yo los habría acompañado a poco que me hubieses susurrado ven con tu aliento derretido en mis tímpanos, habría hecho aguas toda mi resistencia, y mi deseo iría de tu mano raudo y veloz con tus pasos martilleandome en las ganas de mi vientre. Sin más camino que el silencio, sin más palabras que la urgencia muda. Hasta llegar allí. 

Un allí que he imaginado más de veinte veces, donde el mutismo no se rompía; sólo mi ropa bajo tus ojos y casi mi espalda contra la mesa. Tus manos descubriendo mis pechos y sellando mi boca. Tus labios mordiéndome el cuello y licuándome el alma. Y a un date la vuelta zorra, mi estómago hecho trizas contra el canto del escritorio, el vaquero de improviso en los tobillos, las bragas rotas junto a tus pies, el sonido de tu cremallera vencida  y tu bragueta despierta, y la punta de tu polla caliente y dura rozando mi cachete izquierdo.
La adrenalina me nubla, el deso me ciega, y tu voz me pone el clítoris de punta. ¡ Abre las piernas! 
Coges las riendas de mis hombros, y me penetras. Haces tuyo mi coño prieto, carnoso y húmedo. Carne con carne, sudor con sudor, hambre con hambre. Me muerdo el labio y luego gimo, te pido más. No hace falta rebosas generosidad, y polla, y ganas. Ganas que pellizcan, sudan, se despojan de camisa y a pecho descubierto se pegan a mí. Tu pecho en mi espalda, tus pezones que marcan las embestidas en mi piel, y tus huevos golpeando sin tregua en la parte rasurada de mi pubis. 
Me aprietas, me descarnas, me empalas, me follas. Es increíble la fuerza que un coño puede llegar a soportar. Y las horas. Correrse comienza a ser una opción, o no saldremos de ahí jamás.
Decides que es hora de irte, así que te dejas ir, y para que me vaya contigo, prendes tus dedos entre mis muslos, los atenazas suaves y firmes entre los labios, y masturbas sin contemplaciones mi pubis revuelto y enloquecido. Yo me evaporo en un grito, tú me inundas a grito devuelto. Te follaría mil veces, pequeña.

Y ciertamente me siento pequeña, allí de pié en aquella acera todavía gris, entre el tumulto más gris aún, con las bragas alborotadas y mojadas, y la oportunidad perdida tras aquella esquina que te vió marchar.

10 comentarios:

  1. Ay los "y sis"... yo los odio, muy mucho.

    Un abrazo?

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    1. es que no podía ser, aunque igual si se hubiese prendido el instante por su parte... es igual. yo hacía mucho que no pensaba en esta "historia", y él perdió el interés por mí al día siguiente de haberme conocido.

      ¡ vale! ( pero por ser tuyo, no por la historia en sí)

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  2. ¡Woody Allen tendría que leer esto, Pommette! Aunque no creo que le gustara más que a mí.:)

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    1. ¿ al genial Allen? ¿ seguro? ¿ usted cree?
      pues es el post menos exitoso de todo el blog, la verdad. pasa everybody de largo.

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  3. Hay momentos intensos... inolvidables... para volver a ellos a cada instante.

    Un beso.

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  4. Gracias por tu interesante comentario en mi blog, nada de rollo, todo lo contrario, me ha encantado tu aportación.

    Otro beso.

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  5. yo tengo entre mis recuerdos algunos encuentros amorosos que no pasaron a mayores, tan sólo un fin de semana largo que luego simplemente se evaporó, como si de una nube de tratara, simplemente desapareció, son encuentros que merecen la pena recordarlos por lo intenso que fueron, de habernos arrancado el alma y pegarnos en nuestro cuerpo un pedazo de un adn que nunca podremos quitar, mezclados, unidos, empalmados, compenetrados, como si la historia estuviera inconclusa los recordamos como los mejores, tan sólo por eso, por la forma en que fuimos devorados y en la forma como nos entregamos, la fuerza de aquella pasión desbordante, quedará por siempre impregnado en nuestra piel como un tatuaje imposible de borrar, como una pesadilla recurrente para entender que lo que tenemos hoy, no nos satisface, que necesitamos a alguien como esa persona, para sentirnos más que libres, esclavos de la pasión, encadenados a ese amor por así decirlo imposible..... me ha gustado la forma en que nos vas contando con lujo de detalles cada momento grabado en tu mente, parece infinito, pero quizás tan sólo fueron unos segundos, pero fueron los mejores segundos de nuestras vidas..... besos!!!!

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