sábado, 23 de mayo de 2020

... desde el confinamiento.

Hace exactamente diez años. En unos meses, tales estos, yo estaba confinada. 
Hace exactamente diez años. Aquel mayo. Yo estaba embarazada. 

Después de años. Intentos. Y un camino muy duro. Y demasiado largo. Estaba embarazada. Y confinada.

Primero fue la ausencia de resultados negativos. Luego la constatación del positivo en la primera quincena de embarazo. Y ya la prueba sanguínea definitiva. Y con la ecografía. La felicidad. Y el hematoma uterino. Y el tener que quedarme en reposo hasta al menos el segundo trimestre de embarazo. Que no llegó.

Adelgacé mucho. Era incapaz de comer. Las nauseas eran tan tremendas. Que nombrarme la palabra comida o agua, me hacían vomitar.  Así que pasaba el tiempo tumbada. Viendo la tele. Leyendo libros. Y hablándole al interior de mi barriga. Plana. Todavía.

Aquello no duró mucho más. Sólo conseguimos finalizar el primer trimestre y unos días más. 

Después. Mejor obviar el después. Nada de lo que pueda decir se aproximaría nunca. Ni a lo físico, ni a lo mental, ni a lo vivido, ni a lo médico, ni a lo familiar. Nada.

Sólo tuve un apoyo firme. El resto me lo tragué. Todo lo que viví. Aquellos quirófanos. Aquellos goteros. Aquella planta de hospital. Y todo lo demás. La compasión que no quería. La conmiseración demoledora. Los silencios. La pena. El positivismo mal entendido. Nunca tuve en cuenta nada de éso a nadie. Pero absolutamente nadie, me tendió una mano, más allá de las palabras de velatorio educadas. 

Mastiqué silencios mucho tiempo. Lágrimas. Por qués. Yo para mis adentros. Demasiado peso. Demasiado tiempo. Logré purgarlo mucho después. Y hubiera sido tan sencillo. Sólo habiendo pensado un poco más en mí. Y una ayuda profesional. Pero tuve que pensar en los demás. Porque éso me habían enseñado. Y proteger al resto. Y ser valiente. Y fuerte. Así que el peso. Me acompañó muchos años extra.

Dejó de pesar. Cobró sentido. Entendí que no todos estamos hechos para lo mismo. Y que no sé es menos por no ser como los demás. Que la vida se antepone a tus planes de vida. Que desear no es suficiente. Y a veces se desea tanto algo porque se ignora lo demás.

Ya ni pesa. Ni duele.

¿ Qué por qué lo escribo? Porque es un pensamiento que ha venido a mí varias veces, varios días. Y hay que dejarlo volar. Para que no cree nido. Sobre todo, algo que ya está superado.
Me acuerdo estos días. Porque hace diez años. Y me da por pensar. Ni con pena. Ni nostalgia. Ni dolor. Con esa asepsia de. ¿Y cómo sería mi vida ahora si? Y ni puta idea de como sería. Así que es un pensamiento inútil. Y antes de que pese. Que vuele. Libre. 

No son malos los pensamientos. Sólo lo que hagamos con ellos.  Sólo aquellos que nos atan. Así que vuela. Como voló todo aquello. Como volé yo en mil pedazos hace casi diez años. Porque no soy ya la misma. Aunque sea la misma. Vuela. Yo aprendí a volar. Mucho tiempo después de esos hace diez años. Ya tenía alas. Pero la lección más valiosa. Fue quererlas. Y mostrarlas.  Y usarlas. 

A veces escribo cosas. Para no dejar de volar. 

1 comentario:

  1. No me pudo ni imaginar lo duro que debió ser en aquellos momentos, la verdad. Si entonces las palabras poco te ayudaban, imagino que ahora y provenientes de parte de un desconocido como yo mucho menos.
    Estoy seguro de que vuelas. Mucho. Y muy alto. Y es con lo que decido quedarme de toda tu historia.

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