sábado, 16 de mayo de 2020

Gritos desde el confinamiento VIII

Parte del encanto de este blog. Desde que he vuelto a abrirlo. Es pensar. Que nadie me lee. O quizá alguien al azar. Que lo ha encontrado en algún lugar de internet. Puede que algún comentarista del pasado. De hecho he recibido un comentario. Pero ni sé si ha llegado a leer algo más allá de unas líneas.  Y éso está bien. Hoy día las redes sociales saturan. Todo es una lucha. De votos. De comentarios. De likes. De presencia. De subir escaños. De ser importante para un puñado de seguidores. Todo es una reafirmación constante de dejar una opinión. Sea la que sea. Y sea. Como sea. Hoy mismo. Me dolía de un fallecimiento. En un lugar menos público. De una aplicación. Pero accesible. Y abierta. Igualmente. Alguien vino a decirme. Que el señor en cuestión le daba asco. Y sí. Las redes son éso. Frases innecesarias, gratuitas y fuera de lugar,  porque todos no es que tengamos derecho a opinar, al parecer es practicamente obligatorio. Puede que yo antes pecase mucho de éso. Pero ahí está el encanto. Evolución. Creo que le dicen. No estoy segura. En realidad estoy poco segura de un millón de cosas. De casi todas. Realmente. Sólo me gustaría estar segura de mí. Y ya. Así. Que presa de ese encanto. De la invisibilidad. Vengo. Me desnudo. Y luego me voy. Ojalá pudiera hacer éso en camas ajenas. Sería todo. Mucho más fácil. Pero no todos servimos para las mismas cosas. Y éso también es parte del encanto. Aunque el encanto a veces duela. Porque a veces insistimos en dolernos sin necesidad. Sería genial. Sacar un pie fuera del tiesto. Dejarse llevar. Y luego no tener contrapartida alguna. Al menos por parte de uno mismo. De una misma. Mira. Éste me gusta. Mira. Le intereso de alguna manera. Follemos. Pasemos un rato. Unas horas. Y luego. Olvida. No tengo esa capacidad. No disfruto de ese tipo de sexo. Tampoco soy capaz de desligar por completo el sexo de cualquier otra parte de mi cerebro. Éso no tiene ningún encanto. A veces me pregunto. Si estoy hecha para el disfrute. Por qué cojones tengo otra parte de la balanza que no me deja disfrutar sin más. Creo que no podré contestarla nunca. El caso es que tengo unas ganas terribles de follar. Mucho más que de masturbarme. Y mira que tengo ganas. Unas ganas insoportables. Aunque se soporten. Porque al fin y al cabo todo se soporta en esta vida. Son ya varios meses. Y la cifra no es importante. Sí la gana acumulada. Y el coño insoportable. Protestando. Y dando guerra. Méteme algo. Méteme algo. Lo que sea. Pero yo no valgo para lo que sea. Tampoco es que quiera valer. Simplemente me gustaría. Estar plena con lo que venga. Y ya. Plenitud con todo aquello que decida. Haga. O suceda. Una vez que das un paso. Ya está hecho. No se puede cambiar. Mejor plena. Que vacía. De vacíos tengo el pasado. Y todavía el presente llenos. Y el coño. Vacío. Y tengo un coño precioso. O eso dicen. Y qué carajo. A mí también me lo parece. Tengo un coño precioso. Bien bonito. Bien dulce. Y salado. Bien suave.  Y jugoso. Y bien húmedo. Y apasionante. Y apasionado. Y siempre con ganas. Es parte del encanto. Y me apetece jugar. Follar. Picardear. Tontear. Dejarme llevar. Dejarme ir. Gozar. Gozar. Gozar. Alguien con encanto. Estaría bien. Habrá que esperar un poco más. Y apretarse otro poco más. Las bragas. 

1 comentario:

  1. Comentarista del pasado o no, al menos yo sí que me estoy leyendo más que unas pocas líneas. Y más que leyendo.

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