lunes, 25 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento II

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Atravesamos el pasillo. Tu brazo hacia tu espalda cogiendo mi mano. Mi mano cogiendo tu mano con mi brazo hacia ti. No conozco el camino. Que es corto. Y vamos descalzos. Hasta la única puerta que está abierta. Tu habitación. La cama está desecha. Revuelta. Pero limpia y clara. Menos mal. No soporto las sábanas oscuras, negras, marrón o borgoña. Hay una almohada. Y algunos cojines. El nórdico está casi todo en el suelo. Me doy con la esquina de la mesa del ordenador en la cadera. Ay. Ven aquí boba. Y me deslizas sobre el colchón. Así con el vestido por las axilas. Y el resto de mi cuerpo al aire. Y ya tengo la espalda sobre la fresca sábana bajera. Y la cabeza en un cojín. Y el culo en el borde de la cama. Y mis piernas colgando fuera. Y ya tengo. Tu cabeza entre mis piernas. Y tu lengua entre mi coño. Y ya tengo mi mano derecha sobre tu cabello. Y mi mano izquierda agarrando con fuerza la sábana, haciendo un gurruño. Porque no me lo esperaba. Tan de repente. Y me gusta. Y noto fresca. Suave. Densa. La punta de tu lengua sobre la punta de mi clítoris inmensamente duro. Y noto, bajar, subir, la punta de tu lengua, suave, fresca, densa. Subir y bajar. Entre mis labios internos. Externos. Meterse en mi coño. Volver a rodear mi clítoris. Ahora está de nuevo en mis labios internos. No externos. No internos. Aaaaaah. Yo qué sé. Y gimo. Y gimo más. Y grito. Calla. Los vecinos. Baja el volumen. Porfi. Vale. Quiero decir. Pero no me da la voz. Aprieto tu cabeza como si fuera a exprimirla de tal modo que saliese el mismo jugo que sale de mi entrepierna. Chorreamos. Yo ingles abajo. Tú, sudor arriba. Qué rico. Lo comes de puta madre. Me encanta. Tengo un millón de ganas de que me la metas. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Tengo un millón de ganas de comerte la polla. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Mi coño habla. Y vuelve a chorrear con fuerza. Creo que voy a derretirme. Mientras me deshidrato por el coño, todo él dentro de tu boca. Y ahora. Dices. No digas nada. Voy a darte la vuelta. Chist. Ya sé. Todavía no. Y yo me callo. Y tú me das la vuelta. Y ahora tengo las tetas duras, contra el colchón. El ombligo contra el colchón. El michelín de mi tripa contra el colchón. La mitad de mi coño empapado contra el colchón. El culo en pompa. Y de nuevo. Mis piernas colgando. Fuera de ese colchón. Y de pronto. Tu lengua. Chupando. Lamiendo. Enredando. En la raja de mi culo. Y cada una de tus manos. En cada uno de mis glúteos. Y se me abre el coño como si no tuviera límites. Y metes dos dedos. Mientras tu lengua pasa al clítoris. Y yo vuelvo a creer que voy a morirme. Porque el gustazo es mortal. Dentro. Fuera. Fuera. Dentro. Dentro. Dentro. Dentro. Casi fuera. Casi dentro. Casi. Casi. Creo que de cintura para abajo. Soy toda tus dedos. Hay dedos tuyos por todas partes. Todo dentro de mí son dedos tuyos. Y muerdo la maldita sábana. Y ojalá fuera tu polla. Y estar llena por más partes. Y poder mezclar fluidos. Por más partes. Pero tú quieres que espere. Y es mi momento de placer para mí. Y es tu momento de recrearte con mi placer para ti. Y es el momento en el que me abres las piernas. Y posas mis rodillas sobre el colchón. Y ahí estoy. A cuatro patas. Con el vestido ya casi por la cabeza. Con el culo en pompa. Las piernas abiertas que parece que se van a romper. Mi coño chorreando. Mi ano brillante. Y tu polla fuera del chándal. A punto, muy a punto de entrar en mi culo. Creo que voy a gritar. Por más vecinos que digas...

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